Capítulo 2 Alfileres en el estomago

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Alis

Los días transcurrieron más rápido de lo que esperaba, entre tareas, lecciones, exámenes e investigaciones, me faltaban horas en el día para seguirle el paso a mis actividades diarias.

Contaban con muy poca vida social fuera del instituto, sino fuera por Engelle quien sino se hubiera vuelto mi mejor amiga, mi vida se hubiera sumergido en un hoyo sin salida.

Nuestra amistad no era tan compleja, desde el momento que nos conocimos <en el "inconveniente" en mi recamara> nos volvimos muy unidas compartíamos muchas cosas en común, teníamos la misma edad (19 años) con la diferencia en meses ella era mucho más confiada, amiguera todo un torbellino de alegría e impulsividad, en cambio yo era lo que comúnmente describían como ratón de biblioteca, tímida, cohibida, tenía terror de salir de mi zona de confort aunque con ella podía ser yo misma sin importarme lo que piensen los demás.

Tal vez por eso compaginábamos tan bien ella era lo que le faltaba a mi vida. <Tú equilibrio en si> respondió la vos en mi mente.

Después de un largo día de estudio <<eran los últimos semanas de exámenes finales del semestre>> me dirigía a la casa Alfa anhelaba darle un buen susto a mi amiga y poder celebrar el inicio de las vacaciones.

Cruzaba por la entrada de la extenso edificación, observando todo a mi alrededor sus paredes eran color blanco hueso con pequeños toques dorado, sobre la sala se encontraba una hermosa lámpara de telaraña con cristales de colores irradiando luz entorno a la habitación, con mueble color rojo que contrataba acorde a la decoración.

Me encantaba toda la edificación tenía un toque acogedor y glamoroso a la vez, ascendí corriendo por las escaleras hasta llegar a la plata alta donde se encontraba su habitación, la puerta se encontraba entre abierta así que sin pensarlo ingrese a la habitación, con sigilo sin hacer el más mínimo ruido todo se encontraba oscuro, mi vista tuve que adaptarse a lo que se encontraba a mi alrededor para no chocar con nada en ese pequeño espacio solo se encontraba una cama de plaza y media, una mesa de noche, un armario pequeño para colocar sus pertenecías y un bulto lleno de ropa <que intuía muy internamente que estaba sucia> en la esquina , su habitación era acogedora pero muy pequeña para mi gusto.

Conforme ingresaba un sonido resonaba en la habitación, el ruido provenía del baño, sin duda era ella tenía un don innato para el canto <claro si cruzas un gallo con un lobo, la combinación exacta para describirla> dijo mi vocecilla interna, por mi tremenda ocurrencia casi suelto un gran carcajada lo cual podría delatarme así que use toda mi fuerza de voluntad para no hacerlo.

Ascendí al baño con mucho sigilo, al encontrarla puerta de la misma no pude resistir a observa, se veía tan sexy, relajada y feliz que me daba remordimiento asustarla, estaba tan concentrada mirándola que no me di cuenta cuando abrió la puerta y soltó una maldición, un grito por la impresión.

Después de calmarse pregunto -¿Qué haces aquí?-con tono indignada- pudiste matarme de un susto o querías verme desnuda- insinuó alzando la cejas con esa picara mirada y una sonrisa de lado.

Volviendo de mis cavilaciones, me fije que lo único que la apartaba de la desnudes era la toalla que presionaba contra su cuerpo, me avergoncé al instante por su insinuación <no es que no la allá visto en ropa interior otras veces pero ya desnuda eso ya era otro nivel> procedí a responder sonrojada.

-quería darte un sustito pero creo... que se me paso la mano- hice un gesto con la mano para restarle importancia y una media sonrisa para quitar la tención- además no deberías dejar las puerta abierta puedes robarte algo- la regañe en si para que no se enojara tanto y por qué era verdad

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