Capítulo 30 Miedo

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Engelle

Frió, moho y miedo era todo lo que se percibía en ese sucio sótano, las paredes de concreto llenas de humedad tal vez por el clima que arremetía contra la adversidad de donde nos encontrábamos, la única luz del sol que percibíamos era cuando abría la puerta superior de sótano la cual era tenue ya que para llegar a ella tenía que bajar unas escaleras y pasar por pasillo lateral, al menos era una manera de saber era de día o de noche ya que una vez cerrada esa puerta todo se volvía una completa oscuridad, nuestras vistas ya se habían adaptado a la oscuridad pero aun no percibía una forma de escapar de ese calvario.

El cálculo del tiempo en este lugar era toda una batalla, creo que tenemos una semana o menos en este lugar y desde que rebeca ya no nos a dar comida o a ayudarnos con nuestras necesidades han pasado dos días desde que escuchamos el estruendoso ruido de un disparo el cual lo cambio todo. Rebeca había desaparecido desde ese instante dejándonos a merced del encapuchado misterioso quien ahora era el encargado de mantenernos con vida. El siempre venia en sumo silencio a alimentarnos al menos una vez al día para no dejarnos desfallecer mientras nos teníamos que hacer nuestras necesidades encima porque él no se ocupaba de la misma manera en la que lo hacía Rebeca lo cual es la única cosa rescatable que pudo hacer por nosotras pero él no se molestaba por ayudarnos, ni siquiera le molestaba el olor que emanaba de nosotros cuerpos el cual creo que ya era nuestro nuevo perfume, nuestros propia aroma de la inmundicia en la que habitábamos.

Mi cuerpo se sentía adormecido por la forma en la que estaba amarada, la espalda me dolía, las heridas de mi rostro ya se había sanado por el pasar del tiempo, las manos se me escocían en cada movimiento de mi muñeca por la cinta adhesiva que las apresaba, mi sentido del olfato estaba perdido ya que no percibía más olor que el de orina, moho e humedad, todo mi cuerpo se sentía cansado de estar en la misma posición. Alis por lo contrario parecía maquinera alguna forma de salir, no se veía incomoda por sus atadura, ni por el olor que nos inundaba talvez era porque llevaba menos tiempo en este lugar pero parecía que aun guardaba las esperanza de salir de este lugar.

Talvez también fui de la misma manera al comienzo de todo esta locura pero ya mis esperanza estaban por lo más bajo del límite de pesimismo, me encontraba tan sumergida en mis pensamientos que me sobresalte al escuchar el estruendoso sonido de la puerta siendo estampada con fuera contra la pared, la mirada de Alis fue directamente hacia mi transmitiéndome su miedo la persona que se acercaba tambaleante hacia nosotras, trate de calmar a Alis con la mirada mientras observaba a quien conocía como encapuchado, acercarse a paso lento, con la cabeza agachada, un olor peculiar inundo mi pobre sentido del olfato lo que detecte como alcohol ente que confirme al ver en su manos izquierda una botella con un cuarto de líquido aun en su interior.

Se detuvo entre el espacio que separaba ambas sillas mientras alzaba solo un poco su capucha para beber un poco del líquido velico de la botella lo cual hiso que de sus labios escapara un gruñido de satisfacción, se aclaró la garganta e hiso una reverencia frente a nosotras – hola señoritas... -- arrastrando las palabras de forma socarrona, su vos era ronca y de alguna manera me parecía familia pero no podía ser de quien pensaba, mire a Alis pero su mirada estaba perdida en el sujeto que se encontraba frente de nosotras, su cuerpo estaba tenso y su respiración agitada como sabiendo que algo va a pasar.

Él se acercó a la mesa llena de herramientas al otro extremo de la habitación, prendiendo una lámpara de la que ni siquiera sabía de su existencia, al encenderla mis ojos comenzaron a lagrimear por el cambio brusco el cual tardo un poco para adaptarse, el prosigo con su búsqueda en la mesa hasta que encontró lo que quería y regreso a donde nos encontrábamos dejando esa molesta luz encendida.

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