La música sonaba fuerte, tan fuerte que se alcanzaba a escuchar a las afueras de aquella enorme y pintoresca mansión. Se notaba que aquella fiesta era muy concurrida, pues no dejaban de llegar la gente en autos y otros salían en ellos.
Esperaron a que pasaran seis autos, cuando por fin le tocó su turno, iba acompañada de sus amigos. Vestidos de gala y hermosos antifaces combinaban con la decoración y el lujo que la fiesta dejaba ver a sus invitados.
-Vayamos a inspeccionar la zona. – le dijo un chico alto al oído a Tomoko. Ésta asintió y comenzó a recorrer el lugar donde la fiesta estaba en su apogeo.
La gente iba y venía, era difícil reconocer a las personas debido a la infinidad de decoraciones que llevaban sus máscaras.
-¿Me permite bailar? – preguntó un chico rubio, con una agradable y coqueta sonrisa.
-Claro... ¿Por qué no? – Tomoko, tomó la mano del chico y caminaron hacia la pista, donde comenzaron a moverse al ritmo de la música, sin buscarlo, la gente los fue observando ya que sus movimientos eran perfectos y se acoplaban uno al otro.
Sin esperárselo, varios chicos comenzaron a bailar al mismo tiempo, tomándose su tiempo, dejándola que se luciera y que disfrutara tanto del baile, la compañía y la música. Se movía a la perfección, hasta que al ultimó quedó en brazos de Ryosuke, quien la miraba fijamente.
-Te he descubierto...
-¿De verdad? – preguntó ella de manera juguetona.
-No puedes esconderte... no de mí.
-Ni de nosotros....- añadieron ocho voces más. Ella giró sorprendida, dándose cuenta de que estaba rodeada por todos los compañeros de Ryosuke.
-Ya veo...
-¿Qué buscabas? – preguntó el chico con voz tranquila.
-Lo de siempre...
-Aquí no hay...
-¿No? Entonces tomalo como un simple acto de cortesía.
-No eres bienvenida.
-Tampoco es algo que me sorprenda.- se burló ella.
-Vete...
-¡Claro! – se acercó a él y le robó un beso.
Ryosuke odiaba a aquella mujer que una vez le había robado dinero y sobre todo, el corazón.