HIKARU

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-¡Detente! ¡Por favor! ¡Para! – Gritaba Chiasa mientras corría entre los arboles de aquel parque solitario, pasaba de media noche y la soledad reinaba la calle.


-Dulce Chiasa... Comienzo a enojarme...- dijo de forma cantarina Hikaru.

-No... por favor... - sollozó Chiasa, jamás había sentido tanto miedo como aquella noche.


Hikaru no tuvo necesidad de correr, caminaba a buen ritmo. Le encantaba el horror que desprendía el cuerpo de la pequeña chica que había elegido aquella noche para alimentarse.


-Ya no corras Chiasa... simplemente ríndete. – En un movimiento que Chiasa no vio venir, Hikaru se colocó delante de ella, sonriendo ampliamente de manera desquiciada, mostraba unos afilados y perfectos colmillos que horrorizaron aún más a la chica, quien soltó un gritó lleno de pavor.


-¡Dejame en paz...! ¡No tengo nada de valor...!

-No, no, no... - Negó varias veces con la cabeza. – No digas eso dulzura... tu sangre es de gran valor para mí.


Quiso correr nuevamente, pero el pie de Hikaru se levantó unos centímetros del piso, haciendo que Chiasa cayera al pasto. Las manos le dolieron al sentir como las piedras se enterraban en su piel... la sangre brotó. Intentó limpiarse las manos en la camisa, bajando hasta sus pantalones, pero fue detenida por una mano completamente helada y ahí de nuevo estaba la sonrisa maquiavélica y desquiciada de Hikaru, quien la observaba divertido.


-Los humanos no comprenden que mientras más miedo nos tienen... –acercó su dedo lentamente hacia el cuerpo de la chica, dirigiéndolo hacia el cuello. – El sabor de la sangre, se vuelve aún más...- con la uña, rasgó la delgada piel, haciendo que más sangre saliera del cuerpo de Chiasa. – Deliciosa...


Y diciendo eso, acercó sus labios al cuello de la chica, limpiando con su lengua la sangre que había salido del rasguño que instantes atrás él mismo había hecho.


-Por favor... - Chiasa suplicaba.

-¡Callate! – gritó a modo de orden. -¡Ya no quiero escuchar...!


Los ojos los tenia llenos de lujuria, necesidad, añoranza... deseo, deseaba su sangre, deseaba probarla y ese lujo nadie se lo impediría.


-Apurate Hikaru...- se escuchó a lo lejos, a lo que éste se abalanzó sobre Chiasa y de un rápido movimiento enterró los colmillos en el cuello de la chica, succionando la tibia sangre que tanto deseaba.


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