-Y entonces deja caer suavemente la baqueta en el platillo... - explicó el joven a la aturdida chica que no dejaba de verlo.
-¿Así? – preguntó al tiempo que hacía sonar el platillo de aquella batería con fuerza.
-¡Más suave! – dijo llevándose las manos a los oídos.
-¡Lo siento! – se disculpó la chica.
-¿Sabes? Creo que será mejor detener esto...
-¿Por qué? – preguntó alarmada.
-No siento que tengas aptitudes para la música...- Yuto se mostraba nervioso, su mano fue directo a su cabeza, en donde comenzó a jugar con el cabello de su nuca.
Yuna lo miró ofendida, tomó sus cosas y antes de salir del salón de ensayos, giró sobre sus talones y le aventó una baqueta.
-Aunque tú no tengas fe en mí... yo sé que lo lograré. – soltó molesta.
Para la chica, había sido duro reconocer que la música no era lo que le apasionaba, sino más bien ella prefería pasar su tiempo estudiando las plantas, el efecto que el sol tenía en ellas. Había aceptado tomar clases de música por petición de sus padres, quienes esperaban que su hija tuviera una carrera en el mundo de la farándula, pero ella no quería eso.
Salió casi corriendo y en un descuido, cayó sobre el escalón y en vez de levantarse, se quedó ahí sentada intentando no pensar en el dolor que sentía.
-Lo siento... - escuchó, pero no volteó.
Yuto al haberla visto salir casi llorando, se arrepintió por su falta de tacto, así que tomó sus llaves, dos botellas de agua y salió tras aquella chiquilla que le causaba ternura..
-¿Qué quieres? – preguntó de manera brusca, al verlo sentarse junto a ella.
-Solo disculparme... ¿no puedo? – ambos sonrieron.
-No me gusta la música.
-Lo sé...
-¿Lo sabias? – preguntó sorprendida. Yuto asintió.
-Hay veces en las que tenemos que hacer cosas que no queremos... Esa es la vida de un adulto.
-¡Es muy aburrido!
-Lo es, pero no podemos hacer nada, así que ¡Anda! Levántate y vayamos a seguir ensayando, mañana es la prueba.
-¿Yuto...? – el chico volteó a verla. -¿Crees que me quede?
-Más te vale que así sea. – Yuto sonrío ampliamente.
