historia de Kromer. Y precisamente entonces estaba yo muy ocupado con mis propios
secretos. La clase preparatoria para la confirmación coincidió para mí con la aclaración
definitiva de los problemas sexuales; y, a pesar de mi buena voluntad, mi interés por la
enseñanza religiosa se veía muy mermado por este hecho. Los temas de que hablaba el
pastor quedaban muy lejos de mí, en un mundo irreal, tranquilo y venerable: quizás
eran muy bonitos e importantes, pero no eran nada actuales o interesantes; y aquellas
otras cosas que me preocupaban lo eran precisamente en grado máximo.
Esta situación hizo que creciera por un lado mi indiferencia hacia las clases y
aumentara por otro mi interés por Max Demian. Algo parecía unirnos. Me voy a esforzar
en seguir este hilo con la mayor exactitud. Que yo recuerde, la cosa empezó en una
clase, muy temprano por la mañana, cuando la luz del aula aún estaba encendida.
Nuestro profesor de religión hablaba de la historia de Caín y Abel. Yo no atendía, estaba
adormilado y apenas escuchaba. Entonces el cura empezó a hablar en voz alta e
insistente del estigma de Caín. En ese momento sentí una especie de contacto o
llamada; y, levantando los ojos, vi a Demian que se volvía hacia mí desde las primeras
filas de pupitres con una mirada penetrante y significativa, cuya expresión lo mismo
podía ser burlona que grave. Me miró sólo un instante; y, de pronto, me fijé con toda
atención en las palabras del párroco. Le oí hablar de Caín y del estigma sobre su frente,
y tuve en lo más profundo la conciencia de que las cosas no eran como él las decía, que
también se podían interpretar de otra manera y que era posible una crítica.
En este momento se estableció de nuevo contacto entre Demian y yo. Y es curioso:
apenas surgió en el alma aquella sensación de concordancia con él, se reflejó también,
como por arte de magia, en el espacio. No sé silo consiguió él o si fue pura casualidad;
yo entonces creía firmemente en las casualidades. A los pocos días, Demian había
cambiado de sitio y vino a sentarse delante de mí durante las clases de religión. (Aún
recuerdo con qué placer aspiraba yo, en el aire viciado de hospicio de aquella aula
repleta, el perfume fresco y suave de jabón que exhalaba su nuca.) Y unos días después
volvió a cambiar de lugar y se sentó junto a mí, y allí permaneció durante todo el
invierno y la primavera.
Las clases de la mañana se habían transformado por completo. Ya no eran
adormecedoras y aburridas. Me hacían ilusión. A veces escuchábamos los dos al pastor
con la mayor atención; y una mirada de mi vecino bastaba para que me fijara en una
historia curiosa, en una frase extraña, y otra mirada, muy especial, bastaba para
alertarme y despertar en mí la crítica y la duda. Pero muchas veces éramos malos
alumnos y no oíamos nada de la clase. Demian era siempre muy correcto con los
profesores y con los compañeros; nunca hacía tonterías de colegial, nunca se le oía reír
ruidosamente o charlar, nunca provocaba las reprimendas del profesor. Sin embargo, en
voz baja, y más por señas y miradas que por palabras, supo hacerme partícipe de sus
propios problemas. Estos eran en parte muy curiosos.
Me dijo, por ejemplo, qué compañeros le interesaban y de qué manera les estudiaba.
A algunos les conocía muy bien. Un día me dijo antes de clase:
-Cuando te haga una señal con el dedo, fulano o mengano se dará la vuelta para
mirarnos o se rascará la cabeza.
Durante la clase, cuando apenas me acordaba ya de aquello, Max me hizo una señal
muy ostensible con el dedo; miré rápidamente hacia el alumno señalado y le vi en efecto
hacer el gesto esperado, como movido por un resorte. Yo insistí en que Max hiciera el
experimento con el profesor, pero no quiso. Sin embargo, una vez llegué a clase y le
conté que no había estudiado la lección y que confiaba en que el pastor no me
preguntara. Entonces Demian me ayudó. El cura buscaba a un alumno para que le
recitara un trozo del catecismo, y su mirada vacilante se posó sobre la expresión
culpable de mi rostro. Se acercó lentamente y alargó un dedo hacia mí; ya tenía mi
nombre en los labios cuando de pronto se puso inquieto y distraído, empezó a dar
tirones de su alzacuello, se acercó a Demian, que le miraba fijamente a los ojos, pareció
que quería preguntarle algo, y finalmente se apartó bruscamente, tosió un rato y llamó a otro alumno.
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DEMIAN
Spiritualxd no jusgar...aqui en este libro pieden sacar un monton de teorias!!! la verdad son muchas paginas..tiene que ver con BTS...pero igual si no te gusta bts talvez te pueda llamar la atencion ya aue habla de los dos mundos(cielo e infierno)..espero qu...