Demian

24 2 1
                                    

quiere únicamente vivir entre creyentes, entre sus iguales, y quiere ser portador y
expresión del sentimiento que forja a nuestros dioses.
Se interrumpió y luego siguió:
-Nuestra nueva fe, para la que hemos elegido el nombre de Abraxas, es hermosa,
querido amigo. Es lo mejor que tenemos. ¡ Pero está aún en mantillas! Aún no le han
crecido las alas. ¡ Ah!, una religión solitaria no es verdadera. Tiene que convertirse en
comunitaria; tiene que tener sus cultos, sus bacanales, sus fiestas y sus misterios...
Se quedó pensativo y abstraído.
-¿No se pueden celebrar los misterios a solas o en un círculo muy pequeño? -
pregunté vacilante.
-Se puede -asintió-. Yo los celebro desde hace mucho tiempo. He celebrado cultos
que me acarrearían años de cárcel si se descubrieran. Pero sé que esto no es aún el
camino verdadero.
De pronto me dio un golpe en el hombro, asustándome.
-Muchacho -dijo con vehemencia-, también usted celebra misterios. Sé que tiene
usted sueños de los que nada me dice. No los quiero conocer. Pero le digo una cosa:
¡vívalos todos, viva esos sueños, eríjales altares! No es lo perfecto, pero es un camino.
Ya se verá si nosotros, usted y yo y algunos más, somos capaces de renovar el mundo.
Pero debemos renovarlo en nosotros mismos, día a día; si no, nada valemos. ¡ Piense en
ello! Usted tiene dieciocho años, Sinclair, y no corre detrás de las prostitutas; usted
debe tener sueños de amor, deseos de amor. Quizá son de tal especie que le asustan.
¡No los tema! ¡Son lo mejor que posee! Créame. Yo he perdido mucho por haber
amordazado mis sueños cuando tenía su edad. Eso no debe hacerse. Cuando se conoce
a Abraxas, ya no se debe hacer. No hay que temer rada ni creer ilícito nada de lo que
nos pide el alma.
Asustado, objeté:
-¡Pero no se puede hacer todo lo que a uno le apetece! ¡No se puede matar a un
hombre porque a uno le resulta desagradable!
Se acercó más a mí:
-En determinadas circunstancias se puede hasta eso. Pero la mayoría de las veces se
trata de un error. Yo no digo que usted haga todo lo que le pase por su mente. No. Pero
tampoco debe usted envenenar las ideas, reprimiéndolas y moralizando en torno a ellas,
porque tienen su sentido. En vez de clavarse a sí mismo o a otro en una cruz, se puede
beber vino de una copa con pensamientos elevados, pensando en el misterio del
sacrificio. Se puede también, sin estas ceremonias, tratar los propios instintos, las
llamadas tentaciones de la carne, con amor y respeto; entonces nos descubren su
sentido porque todas tienen sentido. Cuando se le vuelva a ocurrir algo muy aberrante o
pecaminoso, Sinclair, cuando desee de pronto matar a alguien o cometer no sé qué
monstruosidad inconmensurable, piense un momento que es Abraxas el que está
fantaseando en su interior. El hombre a quien quiere matar nunca es fulano o mengano;
seguramente es sólo un disfraz. Cuando odiamos a un hombre, odiamos en su imagen
algo que se encuentra en nosotros mismos. Lo que no está dentro de nosotros mismos
no nos inquieta.
Nunca había dicho Pistorius nada que me llegara tan hondo. No pude contestar nada.
Lo que me había impresionado vivamente era la coincidencia de estas palabras con las
de Demian, que yo llevaba en mi alma desde hacía años. Los dos no se conocían y los
dos me decían lo mismo.
-Las cosas que vemos -dijo Pistorius con voz apagada- son las mismas cosas que
llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la
mayoría de los seres humanos vive tan irrealmente; porque cree que las imágenes
exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se
puede ser muy feliz así, desde luego. Pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede
elegir el camino de la mayoría. Sinclair, el camino de la mayoría es fácil, el nuestro
difícil. Caminemos.
Unos días más tarde, después de haberle esperado dos veces en vano, le encontré
por la noche en la calle. Apareció por una esquina solo, empujado por el frío viento
nocturno, dando traspiés y completamente borracho. No quise hablarle. Pasó junto a mí

DEMIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora