Durante las vacaciones fui un día a la casa en que había vivido hacía años Max
Demian con su madre. Por el jardín paseaba una anciana; me dirigí a ella y averigüé que
la casa le pertenecía. Pregunté por la familia Demian y, aunque la recordaba muy bien,
no sabía dónde vivía ahora. Al ver mi interés, me invitó a entrar; sacó un álbum
encuadernado en cuero y me enseñó una fotografía de la madre de Demian. Yo apenas
la recordaba. Al ver la pequeña fotografía, mi corazón casi dejó de latir. ¡Era la imagen
de mi sueño! Era ella, la gran silueta de mujer, un poco masculina, parecida a su hijo,
con rasgos maternales, rasgos de sinceridad, rasgos de profunda pasión, bella y
atractiva, bella e inasequible, demonio y madre, destino y amada. ¡Era ella!
Me sentí traspasado por un asombro salvaje al descubrir que mi imagen soñada vivía
sobre la tierra. ¡Aquella mujer que llevaba los rasgo5 de mi destino existía! ¿Dónde
estaba? ¿Dónde? Era la madre de Demian.
Poco después emprendí mi viaje. ¡Un extraño viaje! Iba desasosegado de un lugar a
otro, siguiendo mis impulsos, siempre en busca de aquella mujer. Había días en los que
encontraba personas que me la recordaban, que se le parecían, que me arrastraban tras
de sí por calles, por ciudades desconocidas, por estaciones, por trenes, como en un
sueño enmarañado. Había otros días en los que me daba cuenta de lo inútil que era mi
búsqueda; entonces me sentaba apátic0 en un parque, en el jardín de un hotel, en una
sala de espera, concentrado en mí mismo e intentando revivir en mi interior la imagen
amada. Pero la imagen se había hecho ya borrosa y huidiza. No podía dormir;
únicamente en el tren, atravesando paisajes desconocidos, lograba dormirme a ratos.
Una vez, en Zurich, me siguió una mujer, guapa y un poco descarada. Yo apenas la miré
y seguí adelante como si no existiera. Hubiera preferido morir instantáneamente antes
que dedicarle a otra mujer ni un minuto de interés.
Yo notaba que mi destino tiraba de mí; sentía que la consumación estaba ya próxima
y me enloquecía de impaciencia viendo que no podía precipitarla. Una vez en una
estación -creo que fue en Innsbruck- vi pasar en la ventanilla de un tren que salía una
figura que me recordó a ella y durante varios días me sentí profundamente desdichado.
Otro día volvió a aparecer la imagen en un sueño; desperté con una sensación de
vergüenza y vacío ante la insensatez de mi búsqueda y volví directamente a casa.
Un par de semanas más tarde me matriculé en la Universidad de H. Todo me
desilusionó. Las clases de historia de la filosofía a las que yo asistía me parecían tan
insulsas y mecánicas como la vida que llevaban los jóvenes estudiantes. Todo estaba
cortado por el mismo patrón; todos hacían las mismas cosas. La acalorada alegría en los
rostros juveniles tenía un aspecto vacío e impersonal. Pero yo era libre, disponía de todo
el día y vivía tranquila y cómodamente en una casa antigua fuera de la ciudad. Sobre mi
mesa tenía unos tomos de Nietzsche. Con él vivía, sintiendo la soledad de su alma,
presintiendo el destino que le empujaba inexorablemente; sufría con él y era feliz de que
hubiera existido un hombre que había seguido tan consecuentemente su camino.
Una noche paseaba yo por la ciudad barrida por el viento otoñal, escuchando cantar a
los estudiantes en las tabernas. Por las ventanas abiertas salía en densas nubes el humo
del tabaco, así como canciones ruidosas y rítmicas pero desangeladas y uniformes.
Parado en una esquina, escuchaba; en dos tabernas resonaba en la noche a un
tiempo la alegría ensayada de la juventud. Por todas partes aquel compañerismo,
aquellas pandillas sentadas en las tabernas, aquel eludir el destino, la evasión al calor
del rebaño. Dos hombres pasaron lentamente a mi espalda y oí un jirón de su
conversación.
-¿Verdad que es igual que la cabaña de adolescentes en un pueblo de negros? Y todo
igual, hasta los tatuajes, siguen de moda. ¿Ve usted?: esto es la joven Europa.
La voz me sonó conocida y como una singular advertencia. Seguí a los dos hombres
por la calle oscura. Uno de ellos era japonés, pequeño y elegante. A la luz de la farola
pude ver el brillo de su cara amarilla y sonriente. Volvió a hablar el otro.
ESTÁS LEYENDO
DEMIAN
Spiritualxd no jusgar...aqui en este libro pieden sacar un monton de teorias!!! la verdad son muchas paginas..tiene que ver con BTS...pero igual si no te gusta bts talvez te pueda llamar la atencion ya aue habla de los dos mundos(cielo e infierno)..espero qu...