Bueno, tampoco en Japón, en su país, estarán mejor. Las gentes que no siguen a la
manada son muy pocas en todas partes. Aquí también hay algunos.
Cada palabra me hizo estremecer de sobresalto gozoso. Conocía al hombre que
hablaba. Era Demian.
En el viento de la noche les seguí por las callejas oscuras, escuchando sus
conversaciones y disfrutando del sonido de la voz de Demian. Tenía el antiguo sonido, la
antigua y hermosa seguridad, la misma tranquilidad; y seguía teniendo poder sobre mí.
Ahora todo marchaba bien. Le había encontrado.
Al final de una calle de las afueras, el japonés se despidió y abrió un portal. Demian
volvió sobre sus pasos. Yo me había parado y le esperaba en medio de la calle. Con el
corazón palpitante le vi venir a mi encuentro, erguido y elástico, con un impermeable
oscuro y un bastón colgado del brazo. Llegó hasta mí sin alterar su caminar
acompasado, se quitó el sombrero y mostró su rostro despejado tan familiar, con la boca
decidida y aquella luz peculiar de su ancha frente.
-¡Demian! -exclamé.
Me tendió la mano.
-¡Por fin, Sinclair! ¡Te esperaba!
-¿Sabías que estaba aquí?
-No, no lo sabia exactamente, pero te esperaba con toda seguridad. Hasta esta noche
no te he visto; nos has venido siguiendo todo el tiempo.
-Entonces ¿me has reconocido inmediatamente?
-Naturalmente. Has cambiado, pero llevas la señal.
-¿La señal? ¿Qué señal?
-Antes lo llamábamos el estigma de Caín; supongo que lo recordarás. Es nuestro
estigma. Tú siempre lo has llevado; por eso me hice tu amigo. Pero ahora se ha
acentuado.
-No lo sabia. O si, silo sabía. Una vez dibujé un retrato tuyo, Demian, y me quedé
asombrado porque se parecía también a mí. ¿Era eso el estigma?
-Sí, eso es el estigma. Me alegro de que estés por fin aquí. También mi madre se
alegrará.
Me sobresalté.
-¿Tu madre? ¿Está contigo? Ella no me conoce.
-¡Oh!, sabe algo de ti. Te reconocerá aunque yo no le diga quién eres. Hace tiempo
que no sabemos nada de ti.
-Quise escribir muchas veces, pero no podía. Desde hace un tiempo presentí que te
iba a encontrar pronto. Lo esperaba cada día.
Me cogió del brazo y echó a andar a mi lado. La tranquilidad que emanaba de su
persona fue inundándome lentamente. Empezamos a charlar como antes. Recordamos la
época del colegio, las clases de religión, y también aquel encuentro aciago durante las
vacaciones; pero tampoco en esa ocasión hablamos del lazo más antiguo y estrecho que
existía entre nosotros: la aventura con Franz Kromer.
Sin darnos cuenta nos encontramos en medio de un diálogo extraño y lleno de
presagios. Siguiendo la conversación de Demian con el japonés, hablamos de la vida
estudiantil; y de este tema pasamos a otro que parecía muy lejano. Sin embargo, en las
palabras de Demian se fundían ambos íntimamente.
Habló del espíritu de Europa y del signo de nuestra época. Por todas partes -dijo- se
extienden el grupo y la manada, por ningún lado la libertad y el amor. El espíritu de
corporación, desde las asociaciones estudiantiles y los coros hasta las naciones, no es
más que un producto de la necesidad. Es una solidaridad por miedo, temor y falta de
imaginación; en su fondo está carcomida y vieja, a punto de desintegrarse.
-La solidaridad -dijo Demian- es algo hermoso. Pero lo que vemos florecer por ahí no
es solidaridad. Volverá a renacer del conocimiento del individuo por los individuos y
durante algún tiempo transformará el mundo. La que hoy existe no es más que espíritu
gregario. Los hombres se unen porque tienen miedo los unos de los otros; los señores se
asocian, los trabajadores se asocian, los sabios se asocian. ¿Y por qué tienen miedo?
Sólo se tiene miedo cuando se está en disensión consigo mismo. Tienen miedo porque
nunca se han reconocido a sí mismos. ¡Una sociedad de hombres que tienen miedo de lo
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DEMIAN
Spiritualxd no jusgar...aqui en este libro pieden sacar un monton de teorias!!! la verdad son muchas paginas..tiene que ver con BTS...pero igual si no te gusta bts talvez te pueda llamar la atencion ya aue habla de los dos mundos(cielo e infierno)..espero qu...