Demian

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músculos tensos, eran fuertes y potentes; los movimientos surgían de la cintura, los
hombros y los brazos como fuentes.
-¡Demian! -exclamé-. ¿Qué estás haciendo?
Él rió alegremente.
-Me estoy entrenando. He prometido al pequeño japonés una pelea, y él es ágil como
los gatos y naturalmente tan astuto como ellos. Pero no podrá conmigo. Es una
pequeña, muy pequeña, humillación que le debo.
Se puso la camisa y la chaqueta.
-¿Has visto ya a mi madre?
-Sí. Demian ¡qué madre más maravillosa tienes! ¡Frau Eva! El nombre le va
perfectamente; ¡es como la madre de todas las criaturas!
Me miró un momento a la cara, muy pensativo.
-¿Ya conoces su nombre? Puedes estar orgulloso. Eres el primero a quien se lo ha
dicho en el primer momento.
Desde aquel día empecé a entrar y salir en la casa como un hijo y un hermano, pero
también como un enamorado. Cuando cerraba la verja detrás de mí, cuando veía
aparecer a lo lejos los altos árboles del jardín, me sentía rico y dichoso. Fuera quedaba
la «realidad»: las calles y las casas, los hombres y las instituciones, las bibliotecas y las
aulas; dentro, sin embargo, reinaba el amor y el alma, el cuento maravilloso y el sueño.
Pero no vivíamos en absoluto cerrados al mundo; a menudo vivíamos en nuestros
pensamientos y conversaciones en medio de él, sólo que en otro campo: no estábamos
separados de la mayoría por barreras, sino por una manera diferente de ver las cosas.
Nuestra labor era formar una isla dentro del mundo, quizá dar ejemplo, en todo caso
vivir la anunciación de otra posibilidad de vida. Yo, solitario tanto tiempo, conocí la
comunión que es posible entre seres que han conocido la completa soledad. Nunca más
me sentí atraído a los banquetes de los dichosos, ni a las fiestas de los alegres; nunca
más tuve envidia o nostalgia de la amistad de los demás. Y, lentamente, fui iniciado en
el misterio de los que llevan «el estigma».
Nosotros, los marcados, parecíamos con razón extraños, incluso locos y peligrosos.
Habíamos despertado, o estábamos despertando, y nuestro empeño estaba dirigido a
una mayor conciencia; mientras que el empeño y la búsqueda de los demás iba a
subordinar, cada vez con más fuerza, sus opiniones, ideales y deberes, su vida y su
felicidad, a los del rebaño. También entre aquellos había empeño, y fuerza y grandeza.
Pero mientras nosotros, los marcados, creíamos representar la voluntad de la naturaleza
hacia lo nuevo, individual y futuro, los demás vivían en una voluntad de permanencia.
Para ellos la humanidad -a la que querían con la misma fuerza que nosotros- era algo
acabado que había que conservar y proteger. Para nosotros, en cambio, la humanidad
era un futuro lejano hacia el que todos nos movíamos, cuya imagen nadie conocía,
cuyas leyes no estaban escritas en ninguna parte.
Además de Frau Eva, Max y yo, pertenecían a nuestro círculo, más o menos
íntimamente, otros que también buscaban. Algunos iban por caminos determinados y
tenían metas especiales. Entre ellos había astrólogos y cabalistas, también un discípulo
de Tolstoi, y toda clase de seres sensibles, tímidos y vulnerables, adeptos a nuevas
sectas, practicantes de ejercicios indios y vegetarianos. Con ellos no teníamos
espiritualmente nada en común, excepto el respeto que cada uno tributaba al sueño vital
de su semejante. Estaban más cerca de nosotros los que investigaban en el pasado el
afán de la humanidad en busca de dioses y nuevos ideales. Estos traían libros, nos
traducían textos antiguos, nos enseñaban reproducciones de viejos símbolos y mitos, y
también cómo todo el patrimonio ideal de la humanidad hasta nuestros días había
consistido en sueños subconscientes, en sueños en los que la humanidad seguía a
tientas las intuiciones de sus posibilidades futuras. Así recorrimos el maravilloso y
multiforme laberinto de dioses de la antigüedad hasta los albores del amanecer
cristiano. Conocimos las confesiones de los solitarios y las transformaciones de las
religiones en la transmisión de un pueblo a otro. De todo lo que fuimos reuniendo
resultó una crítica de nuestro tiempo y de la Europa actual, que con un esfuerzo

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