cuatro.

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m. ji

Las suelas de mis botas resonaron con más fuerza gracias a la humedad del pavimento. El pronostico de lluvia era de un 5% según internet, pero al parecer uno de nosotros era más estúpido de lo que aparentaba, todavía no podía decidirme si era yo por confiar en la tecnología o era la misma tecnología la que no estaba usando todos sus factores de conocimiento (aunque era ridículo de cualquier forma, estábamos en verano).

Tomé la mano de Jimin y afiancé el agarre cuando las luces del auto de vigilancia se reflejaron en la acera. Me aguanté la risa en un puchero mientras apresuraba el paso, salté de un lado de la cerca a otro como si fuera una experta. El azabache había dicho "nadie viene aquí" cuando debió agregar "porque está prohibido". Igual habría ido, pero me hubiera gustado saberlo desde un inicio.
Aún así había sido divertidísimo, me encantaban las alturas, sentir el viento en mi rostro y poder admirar lo brillantes que eran las estrellas un poco más de cerca.

El primer día de escuela había sido increíble gracias a Taehyung y a Jimin, el peligris era difícil de describir.
Porque era un tipo jodidamente extraño pero delicado. Parecía que no se quitaba la sonrisa del rostro, jamás. Era el doble de alto que Jimin y yo, y lo único que llevaba sucio, eran las botas, dignas de un artista. Empapadas en gotas de pintura seca sobre la suela.
Taehyung me recordaba a Yoongi. Y era extraño, porque esos dos no tenían absolutamente nada que ver, a excepción de la pasión y la disciplina que tenían para crear arte. Eran un puto par de genios.
La forma en la que se había disculpado por no poder salir con nosotros y lo triste que se había puesto por la misma razón, me hacía pensar que su corazón era blando y gigantesco.
No sabía que podía reírme tanto hasta que apareció. En realidad, no sabía que podía volver a sentirme parte de algún grupo hasta que les conocí, era tan sencillo acoplarme con ellos, se sentía como cuando era niña y Yoongi invitaba a Jungkook a pasar la tarde en casa.

Nos detuvimos frente a la motocicleta, el viento sopló con tanta fuerza que hizo que mis pezones se endurecieran y la piel se me achinara. Jimin se burló un poco antes de cubrirme con su chaqueta y hacerse el desentendido. Mis manos abrazaron su cintura como si mi vida dependiera de ello, por primera vez en años, se sentía bien confiar en alguien.
El camino fue difícil, el viento se estaba colando debajo de mi piel y golpeando con fuerza en cada parte de mis huesos. Y después de 20 tortuosos minutos nos detuvimos frente a la casa, la verdad es que vacilé muy poco para invitarle a entrar.

—¿Quieres pasar?—me mordí el labio inferior nerviosa, nunca había invitado a alguien a pasar a mi casa, ni en Seul ni en España. Quizá yo si era una marginada social pero me costaba demasiado admitirlo.

—¿Estaría bien quedarme a solas contigo?—colocó el pulgar sobre su labio inferior y se burló de mí cuando hice una mueca—. Estoy bromeando, por supuesto que quiero pasar, te he dado la mejor puta noche de tu vida y he terminado empapado, dejarme pasar es lo menos que puedes hacer por mí.

—¡Entrar ahí era ilegal!—aquejumbré en una risa.

—Ambos sabemos que has roto tantas reglas como corazones. No seas modesta—me guiñó.

Tenía razón, no había nada que refutar ante tal afirmación. Yo era una rebelde con y sin causa. Odiaba seguir las reglas desde que supe que no servía de nada, las normas sociales sólo te vuelven infeliz, siempre terminas por hacer exactamente aquello que no deberías. Y está mal, es patético y triste, pero es así.
Cuando entramos a a casa, no había ni un rastro de vida humana en el interior. Todo estaba en silencio, era acogedor. Olía a waffles caseros y la loción masculina de Yoongi. Estaba más ordenado que de costumbre, quizá porque Aera era quien presionaba a Jungkook a limpiar porque él era el único que regaba cosas por todos lados.

—Parece que Shin ha metido las narices en la decoración de tu salón—hizo un mohín de asco con los labios y se sacudió fingiendo escalofríos. 

—¿Shin?—apresuré el paso para ir a la cocina y colocar la tetera sobre el fuego.

—La novia de Jeon—obvió y miró la fotografía sobre la chimenea para acercarse emocionado y tomarla—. Mira que adorable te ves aquí, nadie pensaría que ese bonito rostro angelical fuera de una insubordinada y desobediente chica...

—¿Cuántos años tienes?, ¿10?, deja de ser un tentón—caminé hasta él y traté de arrebatarle la fotografía pero retrocedió.

—Te sorprendería saber la cantidad de cosas que puedo tocar en menos de un minuto—levantó el marco sobre su cabeza y terminó chocando contra la chimenea mientras yo me levantaba de puntas y trataba de alcanzarlo, demasiado cerca, chica.

—No vayas a romperlo, mi abuelo fabricó el marco para mí—fui totalmente sincera.

—Sólo quiero ver—su aliento chocó sobre mi rostro provocándome cosquillas en la nariz y en el estómago.

—No he dicho que no puedas...sólo, sé cuidadoso, por favor—mi voz apenas y logró salir en un susurro.

Nadie lo dudó, pero él fue el primero en redituarse, terminó con la distancia poco a poco y yo no fui capaz de refutar lo que estaba a punto de hacer, me quedé quieta a la espera. En realidad nadie en su sano juicio se habría apartado.
Sus esponjosos labios tocaron los míos como si fuera a romperme y sentí que mi corazón iba a explotar, ¿era demasiado pronto para gustar de Jimin?

La puerta se abrió acompañada de una risa estúpida por parte de Aera y nos apartamos en menos de un segundo. Jimin se peinó el cabello hacia atrás y trató de acomodar la fotografía sin lucir nervioso, mientras que yo daba zancadas enormes hasta a la cocina.

—¿Qué estaban haciendo ustedes dos, traviesos?—Aera me señaló juguetona y luego miró a Jimin.

—Sí, ¿qué estaban haciendo?—Jungkook se quitó los zapatos y los botó a un costado de las botas de Jimin. Sus ojos viajaron de arriba abajo sobre mí y me avergoncé inevitablemente.

—¿Quién estaba haciendo qué?—Yoongi apareció en el marco de la puerta y me sentí más tranquila de que hubiera alguien que podría impedir que esos dos nos comieran vivos a Jimin y a mí.

—Que les importa—musité lo más calma posible, porque mi presión arterial estaba por los cielos. También tenía la misma pregunta, ¿qué estábamos haciendo para ponerme así?, sólo era un beso.

—¿Te quedas a la cena?—Yoongi ignoró todo el escenario incómodo y avanzó hasta la cocina. Jimin asintió desinteresado—. Vayan a cambiarse...—siseó dubitativo pero al final terminó avergonzándome más— Los besos son hasta la tercera cita, ¿no?—le preguntó a Jungkook mientras Aera se reía. ¿De qué se reía esa idiota?

—¡Ah, Yoongi!—me quejé colocando las manos sobre mis mejillas, no quería que nadie viera lo caliente y enrojecido que se había puesto mi rostro.

—Hasta la quinta, yo he besado a Aera hasta la quinta cita—el castaño tomó asiento frente a la barra.

—Parece que lo hemos hecho todo al revés—. Jimin parecía estar en su elemento, era como si ser desvergonzado le provocara placer.

—El orden de los factores no altera el producto—me encogí de hombros.

Este capítulo se ha tratado sólo del ascenso en la relación entre Jimin y Eunji es totalmente necesario para que la historia siga el curso que quiero.
Gracias por leer, espero que hayan disfrutado de leerlo tanto como yo lo hice al escribirlo.
SARANGHAEEEEEE. *

sᴡɪɴɢ|ᴊ.ᴊᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora