Yo inventé a Liam. Por lo menos eso es lo que siempre he creído. Todos los ídolos de mi infancia concentrados en un único chico perfecto. Pero acabo de descubrir que estaba equivocada. Porque ahora mismo Liam está sentado justo al otro lado del césped. Lleva una camiseta gris oscuro y está leyendo nuestro libro de psicología al mismo tiempo que escribe algo en su móvil. Mi primer impulso es acercarme a él y sentarme en su regazo.
—Tranquila —susurro, recogiéndome un mechón de pelo detrás de la oreja y mirando las fotocopias sobre la historia de Estados Unidos que tengo en la falda.
Aún no he retenido una sola línea. ¿Qué decía aquel artículo que leí por encima del hombro de mi padre hace unos días? Que Internet ha conectado hasta tal punto nuestro mundo, que ha reducido de seis a cuatro los grados de separación entre dos personas. Probablemente vi a Liam en Facebook... Si no fuera porque llevo soñando con él desde mucho antes de saber que Facebook existía siquiera.
De niña la sangre me daba pánico, lo que era un fastidio, porque padecía hemorragia nasal crónica. Mi padre y yo teníamos una palabra para explicar cómo me sentía cuando veía sangre, fuera del tipo que fuese, tanto en la vida real como en el cine. «Espaguetinosa.» Porque en un segundo podía pasar de estar bien a sentir, si alguien se hacía un rasguño en la rodilla o se cortaba el dedo con unas tijeras en clase de manualidades, que los huesos desaparecían de mi cuerpo. Me sentía como un saco de pellejo ondeando al viento, como uno de esos extraños globos que la gente exhibe delante de los concesionarios de coches o como un espagueti recién hervido. A veces, en momentos no «espaguetinosos», para que mi padre entendiera cómo me sentía representaba la sensación levantando los brazos y moviendo las caderas como un delfín.
«Espaguetinosa» es como me siento ahora pese a no haber sangre a la vista. Y estoy decidida a no sentirme así el resto del curso.
«No lo asustes, no lo asustes, no lo asustes», me repito mentalmente mientras recorro el cuidado césped que nos separa como si se tratara de una importante misión. Al mismo tiempo intento encontrar la mejor manera de presentarme. Se me ocurren miles de frases que harán que parezca una tía ocurrente y guay, la femme fatale de los sueños de algún chico. Algo que, técnicamente, soy. Porque soy la chica de sus sueños. Algo como: «Tenía ganas de conocerte en la vida real» o «¿Has tenido buenas fases REM últimamente?». Él sonreirá, me abrazará y nos besaremos, me lo explicará todo y nunca más me abandonará.
—Hola. —Es cuanto acierto a decir mientras miro a Liam al tiempo que me balanceo sobre los talones. Tengo la sensación de que todo mi cuerpo está en tensión y me entran ganas de echar a correr todo lo deprisa y todo lo lejos que me permitan las piernas.
Liam se toma su tiempo antes de levantar la mirada, dándome la impresión de que me ha visto acechándolo desde el otro lado del césped todo este rato. Termina de subrayar una frase con exagerada diligencia antes de dejar el libro a un lado.
—Hola —responde mirándome finalmente a los ojos y cruzando las manos en el regazo.
En sus ojos hay algo que no consigo interpretar y que no he visto antes. Hay formalidad. Una formalidad casi desafiante.
De repente se me ocurre que a lo mejor estoy trastornada de verdad, como la mujer sin techo que todos los sábados llamaba a nuestro apartamento desde la cabina de la esquina y preguntaba cuáles eran los platos especiales del día. Si me pillaba de buen humor, le seguía la corriente. «¡Ziti al horno!», le anunciaba. «¿Ha salido bueno?», preguntaba ella, y yo respondía «Ya lo creo, es el plato estrella de nuestro chef» mientras mi padre me lanzaba una mirada suspicaz por encima de una de sus revistas de medicina. Pero ahora que tengo a Liam delante, me resulta tan familiar que me siento abrumada. Esta no es una cara que he fotoshopeado desde la red dentro de mi subconsciente. Este es el chico que conozco y amo. Mi chico. Él es mío y yo soy...
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Dreamology
Teen FictionAlice ha soñado con Liam durante toda su vida. Juntos han viajado por todo el mundo y se han enamorado profunda e irremediablemente. Liam es el chico de sus sueños, y solo de sus sueños... Pero el día en que lo conoce en realidad se da cuenta de que...