23 de Septiembre

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Hace un día precioso en el mercadillo. Estoy probándome un poncho de alpaca delante de un espejo viejo y resquebrajado.

—Te queda genial —asegura la vendedora, y cuando me doy la vuelta descubro que es Kate Moss.

—¿Tú te lo pondrías? —digo.

—Ya lo creo, cariño —susurra con su sexy acento británico.

Tiro de los flecos amarillos, dudosa.

—Quiero saber qué opina Liam. ¿Sabes adónde ha ido?

—Creo que lo he visto dirigirse a la sección de libros —responde alisando unos vestidos vintage de encaje.

Me marcho con el poncho puesto. Más adelante diviso a Liam alejándose a grandes zancadas entre los coloridos tenderetes. Grito su nombre pero no se vuelve. El mercadillo está hoy muy concurrido y tengo que abrirme paso a codazos. Finalmente lo pierdo de vista.

Me dirijo a la sección de libros pero Liam no está allí. El que sí está es el director Hammer.

—¿Ha visto a Liam? —le pregunto.

—Dijo que quería comprar un helado. ¿Qué te parecen?

El director se vuelve hacia mí luciendo unas gafas de sol rojas con forma de corazón.

—¡Me encantan! —aúllo.

Y esta vez no camino, corro. El pánico crece dentro de mí. Miro en los foodtrucks mientras el olor a crepes de Nutella recién hechas me persigue. Penetro en un muro de pañuelos de colores y alcanzo el otro lado a manotazos. Cada vez que llego a un lugar, él parece que acabe de irse.

—Casi os cruzáis —dice mi abuela en la sección de joyería.

Está en el puesto contiguo, con un traje Chanel rosa, probándose un broche de brillantes con unas plumas de pavo real inmensas. Jerry está a su lado, atado a una correa, con una pajarita de terciopelo.

—¿Adónde ha ido? —imploro.

—Parecía triste —comenta mi abuela—. ¿Os habéis peleado?

—Abuela, escúchame. —Pongo una mano en su delicado hombro—. ¿Adónde ha ido Liam?

—Creo que dijo que quería nadar. —Mi abuela sonríe con la cabeza ya en otra parte.

Salgo disparada del mercadillo y bajo por la avenida Vanderbilt hasta la Navy Yard. Por la razón que sea, sé exactamente adónde debo ir. «Te está esperando, como hace siempre», me digo mientras corro por el muelle. No obstante, cuando llego al final del mismo, sin apenas aliento, Liam no está. Solo hay agua. Al volverme hacia el lugar por donde he venido también encuentro solo agua, un agua gris e inhóspita. No puedo avanzar ni retroceder, y, lo que es peor, no tengo a nadie que me diga que todo irá bien.

Estoy completamente sola.

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