Capitulo 9 "Nos Estamos Buscando A Nosotros"

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—Mi vida está hecha un ovillo en un rincón con un par de calcetines sucios encima —se lamenta Sophie cuando descuelga.

—¿Alguna vez respondes con un «diga»? —pregunto.

—Casi nunca. He suspendido el examen de español y resulta que Zeke Davis está saliendo con Marla Martignetti. No veo otra opción que mudarme a Islandia. O a Groenlandia. Un momento, ¿por qué hablas tan bajo?

—Porque —susurro sosteniendo el móvil entre la barbilla y el hombro mientras ato la bici— esta noche voy a colarme en el CDS, probablemente sola, de modo que si me detienen o asesinan tendrás que contarle a mi padre lo ocurrido.

—Veo que andas apurada de amigos.

—No hay nadie con quien haya alcanzado un nivel de confianza suficiente para proponerle un allanamiento de morada —digo.

Bueno, apuesto a que Harry se apuntaría, pero estamos forjando una amistad. No quiero estropearlo convenciéndole de que estoy pirada.

—Alice, soy tu mejor amiga desde hace tiempo y sé que las probabilidades de que me hagas caso en estos momentos son prácticamente nulas, pero ¿estás segura de que quieres hacerlo?

—He de hacerlo, Soph. Petermann oculta algo y he de averiguar qué es. Sobre todo ahora que sé que Liam también recuerda.

Puedo adivinar la silueta achaparrada del edificio del CDS a lo lejos, todo oscuro salvo por las luces intermitentes rojas de la alarma que rodean su perímetro circular. Parece una nave extraterrestre, si los extraterrestres hubieran sido arquitectos de principios de siglo. O una estatua gigante de R2D2, el robot de La guerra de las galaxias. Me subo un poco más la cremallera de la sudadera.

—Todavía no me puedo creer que Liam no haya ido contigo —comenta Sophie—.

Y tampoco que sea... ya sabes. Real. Aún estoy flipando, la verdad.

—No dijo que no vendría —respondo a la defensiva—, simplemente no dijo que vendría. Digamos que Liam no se parece mucho al chico de mis sueños. Aunque últimamente el chico de mis sueños tampoco se parece mucho al chico de mis sueños... —Pienso en los ojos de Liam cambiando de color. Su rostro separado del mío por la pantalla de un iPad.

—Me está entrando dolor de cabeza —protesta Sophie—. A veces, cuando cuelgo después de hablar contigo, me doy cuenta de que he perdido el sentido de la realidad.

—Prueba a meterte en mi piel.

Llego a la puerta doble del CDS, saco la tarjeta de Lillian y la paso por un cajetín situado a la derecha del picaporte. Esto es demasiado fácil. Me siento como una chica Bond.

Pero no ocurre nada.

—No puede ser —digo.

—¿Qué sucede? —pregunta Sophie.

—Le robé la tarjeta a la recepcionista cuando estuve aquí el lunes, pero no funciona. Debió de desactivarla.

La paso varias veces. Nada, nada, nada.

—Prueba a darle la vuelta —propone una voz a mis espaldas, y cuando me vuelvo, ahí está Liam—. La estás metiendo al revés.

—Luego te llamo, Soph —digo, y cuelgo.







—¿Qué estamos buscando exactamente? —pregunta Liam.

Hemos subido por la escalera doble que hay detrás del mostrador de recepción y estamos registrando la oficina después de arriesgarnos a encender una lámpara de escritorio. Yo estoy revolviendo cajones con la esperanza de hallar un Post-it con una contraseña de ordenador y Liam está revisando una pared enorme de archivadores metálicos de color verde.

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