El número 1 no existe.
Estoy en el MIT, rodeando el interior de Dunham Court y fijándome en todos los nombres y números como una vieja mientras los estudiantes me esquivan. Dunham está formado por un césped central circundado de edificios universitarios por sus cuatro costados, un poco como el campus de Bennett pero con la diferencia de que es un cuadrado completamente cerrado. La dirección del CDS es Dunham Court 1, pero el número 1 no existe. El edificio situado en el extremo noroeste de la plaza corresponde al número 2, y los números van en aumento conforme rodean la plaza hasta llegar al 15, que se encuentra de nuevo con el 2.
Me siento en un banco, a punto de darme por vencida, cuando algo llama mi atención. En el centro de la plaza hay un pequeño edificio circular que parece que haya sido arrancado de una azotea y plantado en el suelo. Es completamente blanco, tiene una cúpula en lo alto y está rodeado de columnas. Una mujer con un jersey de color cobre acaba de salir de detrás de una de las columnas y se dirige presta a la avenida de Massachusetts con unos libros pegados al pecho.
Algo me dice que no debo seguir a esa chica. Parece lo bastante alterada como para abalanzarse sobre el tráfico sin querer. En lugar de eso me acerco al edificio circular y lo rodeo. Efectivamente, junto a una puerta doble de madera pesada hay una elegante placa de bronce casi indetectable en la que se puede leer: CENTRO PARA EL DESCUBRIMIENTO DE LOS SUEÑOS. DR. GUSTAVE L. PETERMANN.
Pulso un botoncito situado debajo de la placa y pego un brinco cuando una voz aúlla inopinadamente por el interfono:
—¿Sí?
Titubeo, sin saber cómo empezar.
—¿Tiene cita? —Es una voz femenina e impaciente.
Lo medito un segundo.
—Eh... sí.
—Nombre, por favor.
Pongo los ojos en blanco, al comprender que esto no va a llevarme a ningún lado.
—Alice Rowe.
Tras una pausa larga vuelve a oírse la misma voz:
—No tiene cita.
—¿Estoy hablando con una máquina? —pregunto. Y lo que interpreto como otra pausa resulta ser una total ausencia de respuesta—. Soy una antigua paciente —digo al fin, clavando otra vez el dedo en el botón—. Necesito hablar con el doctor Petermann.
—En ese caso tiene que llamar al número que aparece en su manual del CDS — responde tranquilamente la voz.
Me detengo a pensar.
—¿Hay alguna cámara de vigilancia aquí fuera? —pregunto.
—A su izquierda —responde instantes después.
Alzo la vista y justo encima de la puerta vislumbro una delgada cámara blanca apuntando directamente hacia mí. Saco las postales de mi bolsa, las abro como si fueran una mano de póquer y las sostengo frente al objetivo.
—No tengo el manual —explico— porque hace diez años que no vengo por aquí. Todo lo que tengo es esto y algunos sueños delirantes con un tipo que yo pensaba que era producto de mi imaginación pero que resulta que existe de verdad. Por tanto, como ya he dicho, quiero hablar con Petermann y estoy dispuesta a esperar. Esta fantástica rotonda solo puede tener una salida y me encuentro justo delante de ella.
Tras un breve silencio, la puerta se abre y entro en la planta baja circular del CDS. Al fondo hay un mostrador de recepción con dos escaleras que ascienden por ambos lados y se encuentran arriba, frente a una puerta.
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Dreamology
Teen FictionAlice ha soñado con Liam durante toda su vida. Juntos han viajado por todo el mundo y se han enamorado profunda e irremediablemente. Liam es el chico de sus sueños, y solo de sus sueños... Pero el día en que lo conoce en realidad se da cuenta de que...