—¿Preparada? —pregunta Liam.
Estoy de pie sobre un bodyboard, estilo surfera, en lo alto de la escalera de caracol de la casa de mi abuela mientras Liam me sujeta por los brazos para que no me caiga. Miro hacia abajo y advierto que esta vez la escalera realmente parece no tener fin.
—¿No es un poco peligroso? —señalo.
—Te va a encantar —me asegura Liam—. Y estaré justo detrás de ti, te lo prometo. Además, ¿qué es lo peor que puede pasar?
—No lo sé. ¿Que baje rodando y me rompa hasta el último hueso? —contesto.
—¿Contra qué te puedes dar? —plantea Liam.
Cuando me dispongo a enumerar los evidentes escollos con los que me puedo encontrar me percato de que las paredes de la escalera —de hecho, la propia escalera
— están hechas de cojines de sofá. De todos los colores y tejidos, salmones fuertes, verdes guisante y azules intensos. Lo peor que puede pasarme si caigo rodando por esta escalera es que me duerma al instante.
—Tienes razón —digo. —¿Entonces? —replica Liam. Esbozo lentamente una sonrisa. —¿A qué estás esperando?
Liam sonríe, me besa en la mejilla y me da un empujón. Me lanzo escaleras abajo deslizándome por los peldaños de cojines como si hiciera snowboard, dando botes y disfrutando como una loca. Me doy cuenta de que estoy pasando junto a unas fotografías, y cuando me acerco para verlas mejor la escalera se ha convertido en la galería central del Guggenheim de Nueva York, la cual gira como un sacacorchos.
—¿Liam? —grito.
—UAAAUUUUUU! —le oigo aullar mientras me sigue como una bala.
Tengo la impresión de que va a adelantarme, pero en lugar de eso alarga un brazo y acerca mi tabla a la suya. Y un segundo después estamos compartiendo una tabla y los brazos de Liam me rodean con fuerza mientras algunas obras de arte de incalculable valor pasan como flechas por nuestro lado.
Cuando llegamos a la planta baja veo a mi abuela sentada en una silla, con un traje Chanel de color rojo y un sombrero de paja, sosteniendo un banderín de llegada.
—Has ganado —me dice con su habitual entusiasmo comedido mientras baja el banderín.
—¿A quién? —pregunto.
Mi abuela se limita a señalar algo con el dedo, y detrás de nosotros aparecen, subidos en sendas tablas, el director Hammer y Roberta. Roberta gana velocidad y cuando está adelantando al director le propina un rápido empujón con el brazo que le hace perder el equilibrio y caer.
—¡Eh! —protesta Hammer, y Roberta suelta una risita ahogada.
Liam me cuelga una medalla de oro con una sonrisa de oreja a oreja.
—Bien hecho —afirma con los ojos chispeantes.
Pero noto algo extraño. Cuando me fijo, no veo sus indescifrables ojos avellana.
Son unos ojos verdes, como los de Harry.
—¿Liam? —pregunto—. ¿Estás bien?
—¿Por qué no iba a estarlo? —pregunta.
—Tus ojos... —empiezo a decir, y cuando los miro de nuevo, esta vez son de color violeta. Pero un segundo después recuperan su color avellana—. Olvídalo —digo sacudiendo la cabeza.
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Dreamology
Novela JuvenilAlice ha soñado con Liam durante toda su vida. Juntos han viajado por todo el mundo y se han enamorado profunda e irremediablemente. Liam es el chico de sus sueños, y solo de sus sueños... Pero el día en que lo conoce en realidad se da cuenta de que...