Capítulo 3 (corregido)

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—Entra—dijo Enoch con su característica expresión fría, que ya se me hacía familiar.
En el cuarto había una cama, un sofa, un escritorio bastante grande y millones de estanterías cubiertas con tarros y órganos. Era un diseño bastante simple, falto de personalidad que pudiera analizar. No era acogedora, es más se sentía fría y abrumadora.
Enoch se sentó en una silla y yo me senté a su lado. Seguidamente agarró un muñeco y le introdujo cuidadosamente un corazón. Cuando el muñeco tuvo dicho órgano en su interior se levantó de golpe. Comenzó a merodear y me quedé callada. Era emocionante, no encontraba palabras. Enoch había dado vida a algo inerte.
—Entiendo que quieras irte, según todos, mi peculiaridad es muy macabra—dijo él inexpresivo al ver que no contestaba.
—Ha sido alucinante, O'connor. ¡Acabas de dar vida a un muñeco!—dije emocionada. Él hizo un amago de sonrisa, que duró milésimas en su rostro.
Y, entonces, comenzamos a charlar acerca de su peculiaridad y cosas mediocres. Enoch era distinto a Millard, con el segundo todo había fluido de manera cálida y agradable. En cambio, él era bastante seco, y la conversación se llenaba de silencios incómodos constantemente. Aún así, había algo que me hacía querer seguir ahí, con él, hablando, que me hacía sentir a gusto.

—Enoch—le llamé de pronto, sintiendo como mis ojos amenazaban con cerrarse por el cansancio.
—¿Qué?
—Algún día tendrás que derrumbar los muros, ¿lo sabes, verdad?—dije sin tener coherencia del todo de lo que hablaba.
—Creo que ese día está...—comenzó pero caí en el sueño antes de oírle terminar. Al día siguiente no recordaría nada de está conversación.

Al día siguiente
¡RYLIN MARIE PORTMAN! ¿QUÉ HACES DURMIENDO EN LA CAMA DE ENOCH O'CONNOR?—cuestionó Mills alarmado. Oh Dios mío. Tenía razón. Estaba durmiendo en la cama de Enoch. Lo más seguro es que me quedé dormida.
Enoch dormía en el suelo, bajo la cama a mi lado.
—Después tú y yo vamos a hablar seriamente—dijo Millard a Enoch mirándolo desafiante.
Me levanté y me di cuenta de que había dormido con el vestido. Lo sentía por Fiona, estaba muy arrugado.
—Ry, ven conmigo te acompaño con Miss Peregrine para que te de ropa—dijo Millard mientras me tomaba la mano, deseando sacarme de ahí. Pude notar como Enoch se tensaba. Yo aún estaba medio dormida para reaccionar, pero aún así antes de salir susurré para que solo Enoch se fijara
—Gracias—. Lo acompañé de una sonrisa real, pero adormecida.

—Buenos días Miss Portman—dijo la directora.
—Buenos días Miss Peregrine—saludé.
—Su hermano ha ido está mañana y ha traído su ropa, dice que se quedarán un tiempo, le ha puesto a su padre la excusa de que están en casa de unos amigos, pero algún día deberán regresar con él. A pesar de que el tiempo pasa más lento ahí fuera, se preocupará. Le he encontrado una habitación para usted y su hermano, si deciden quedarse, Millard la acompañará—dijo el pájaro.
—Muchísimas gracias Miss Peregrine—dije y la abracé tímidamente. Ella se sorprendió por el gesto, pero me correspondió.
Cuando llegamos a la habitación me encantó. Las paredes eran azules y había un escritorio, un armario y dos camas preciosa, al estilo victoriano.
—Mills ahora después te veo voy a cambiarme—dije. Una vez que Millard se hubo marchado abrí el armario y me percaté de que toda mi ropa era negra. No había nada de color y, sinceramente tampoco lo quería. El negro me daba control y estabilidad. Reí yo sola y elegí un conjunto cómodo, para más tarde poder entrenar.

 Reí yo sola y elegí un conjunto cómodo, para más tarde poder entrenar

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