Un número en el papel

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Me desperté sobre aquel sofá negro, desconcertado y preguntándome que narices hacía ahí. Me levanté y me dirigí a lo que parecía la cocina, allí estaba Shiro preparando algo de comer. Por lo visto había dormido toda la mañana y ya era medio día.

-Buenos días dormilón, estoy preparando la comida ¿Te gusta la cebolla? Hoy tenemos...

-Espera, espera. Yo no voy a comer nada, y ¿Donde cojones estoy?

-Estas en mi casa y hace unas 4 horas lo estábamos haciendo, ¿quieres más detalles?

-Me voy, no se en que estaba pensando mientras hacíamos... eso. Lo siento Shiro.

-Pero Keith... Yo... Te amo.

-Lo siento, pero amo a otra persona.

-¿Quién es ella?

-Es él, se llama Lance y es la persona que más feliz me hace, así que aparta que me marcho.

Entonces vi como los ojos de Shiro se volvían brillantes. Nunca pensé que una persona tan grande pudiera tener unos sentimientos tan frágiles. Sus lágrimas cayeron por sus carrillos dejando un rastro que se podían apreciar perfectamente a la luz.

-¿Shiro?, ¿Qué ocurre?

-Lance...

-Sí, ese es su nombre, ¿qué pasa?

-Ese chico fue el que me ayudó a pasar página y a olvidarme de mi depresión. Siempre fue muy importante para mi, pero cuando escuche lo que le pasó aquel día en el metro, no me lo puedo sacar de la cabeza. 

-Entiendo, a mi me pasa lo mismo, no puedo dejar de pensar en él.

-Pero ¿No estaba... muerto?

- Así es.

-Entonces ¿cómo puedes estar enamorado de él? Esta muerto, no existe, acaso ¿te estás volviendo loco, Keith?

-El caso es que es una larga historia, pero te la contaré si así estas más tranquilo.

Empece a explicarle todo sobre el metro, mi padre y Lance. Intenté que sonara razonable, pero cuando lo decía en voz alta, ni una de mis palabras tenían sentido. Entonces Shiro saltó diciendo:

- A lo mejor necesita tu ayuda para que pueda descansar en paz. ¿Has probado a contratar una espiritista?

No pensé que me fuera a creer, es más creí que me tomaría por imbécil, pero por lo que pude ver, me estaba apoyando.

-Es una gran idea, pero quiero ayudarle yo solo, porque le amo. Aunque tampoco quiero que se vaya porque sé que no le volveré a ver nunca.

Cuando dije las últimas palabras de la primera oración, su expresión cambió por completo, de estar un poco feliz a volver a deprimirse. No lo hice adrede, de hecho ni me dí cuenta de que lo había dicho hasta que no vi la cara de Shiro.

Decidí irme porque ya no pintaba nada allí, pero antes de que me fuera Shiro me dijo:

-Recuerda que me tienes para lo que quieras, aquí estaré.

Esas palabras retumbaron en mi cabeza, pero decidí seguir a delante y marcharme.

Llegué a casa sobre las 14:30, me preparé unos fideos rápidos y me metí en la cama. No podía hace otra cosa que pensar en Lance y en mi culo, porque me dolía demasiado. Recordé a mi padre que seguía ingresado en el hospital, así que decidí llamarle. Puede que con un poco de suerte me podría decir algo más sobre aquellos sueños que tenía. 

Cogí mi móvil y marqué el número de mi padre. Después de la segunda llamada contestó

- ¿Keith?

El Metro de las 3:30 (Klance, Yaoi Hard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora