Una niña de trece años cargaba con una pequeña maleta, llena de tan solo un vestido y un libro viejo.
Miraba con curiosidad todo a su alrededor, con cierto brillo especial en su mirada. El destino parecía jugar de su lado, y por eso mismo era que se encontraba en Avonlea en ese instante.
Una sonrisa tonta surcaba las mejillas de la chica. No podía creer que por fin alguien había notado su mera presencia y había querido tomarla como hija. Estaba emocionada.
En la entrada de la estación, divisó a una mujer de no más de cuarenta años, la cual asoció con la señora que la había adoptado, la señora Ackerman. Se acercó a paso lento e inseguro hacia la mujer, quién aún no se había percatado de su presencia.
-¿Usted es quién me adoptó? -preguntó tímida la muchacha.
-¿Eres Luna? -la chica asintió con ansia-. Entonces, es así. Soy la señora Ackerman, Charlotte Ackerman.
-Soy Luna -sonrió la chica.
La señora Ackerman y Luna se dirigieron al nuevo "hogar" que ella tendría. La mujer se comportaba amablemente, lo que hacía que Luna la viera con buenos ojos. Al llegar a la casa, Charlotte le asignó su cuarto. No era algo muy llamativo, tampoco tenía grandes decorados ni adornos. Tan solo era un cuarto simple, con paredes blancas, un escritorio, un armario, una cama y una ventana.
La señora Ackerman dejó a Luna instalarse, y le avisó de que al día siguiente iría a la escuela, pues se había perdido mucho, y tenía que recuperarlo sea como fuere.
La chica asintió. Sentía una gran devoción por ir a la escuela, pues al haber sido huérfana, no había tenido semejantes posibilidades.Al día siguiente, preparó todo lo necesario para su primer día: los libros que la señora Ackerman le había dado y un almuerzo metido en una cesta. Tras un "ten cuidado", Luna salió disparada al bosque.
Caminaba dando leves saltitos de la emoción, mientras cantaba o hablaba sola. Practicaba su presentación, y qué era lo que diría si le preguntasen algo.
-Su vestido es hermoso -decía a alguien imaginario-. Me encanta su cabello, es exquisito -comentó al aire.
Silbaba la canción de cuando conoció a Gilbert por primera vez, cuando oyó unas voces y algo impactar sobre las anaranjadas hojas de los árboles. Con parsimonia y precaución se acercó al lugar de donde provenían los ruidos.
-Has sido un perro muy malo, Firulais -dijo con sorna un chico.
La pelirroja se encontraba asustada, y sus libros estaban esparcidos por el suelo. Luna, cansada de la actitud arrogante que ese chico traía, se acercó con decisión a los cuatro jóvenes. Si había que repartir algunos puñetazos, se repartirían con gusto.
-¡Hey tú!
-¡Hey Billy! -exclamaron dos jóvenes a la vez.
Luna se acercaba a la chica, mientras que el otro chico al tal Billy. El muchacho se giró, encontrándose con un chico de alta estatura y complexión delgada. Tenía el pelo ondulado y castaño oscuro, y ojos color avellana.
-¿Cómo te va? -preguntó el chico castaño.
-Hola Gil -saludó Billy, molesto por la intervención del muchacho.
-Que gusto me da volver -comentó Gilbert, mientras que los dos chicos posaban sus miradas en las muchachas.
Luna se puso frente a la pelirroja, y adelantó un brazo frente a ella, en señal de que la protegería. Miró a Billy retadora.
-¿Estabais jugando a algo? -preguntó con fingida inocencia el Blythe-. Parece divertido, pero debemos irnos. No quiero llegar tarde.
-Sí... Estaba a punto de irme. Nos vemos en la escuela -se despidió Billy.
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I Found You, Gilbert Blythe »Gilbert Blythe
Fiksi PenggemarQuerido Gilbert, Hace mucho tiempo que no compartimos enrevesadas conversaciones. Anhelo el día en el que podamos volver a vernos, en el que podamos volver a convivir como lo hacíamos antaño. Mediante estas simples palabras, querría comunicarte el...