-Un caballo por mi silencio.
-¿Cómo? Los caballos son muy caros Ackerman -se quejó Billy.
-O me das un caballo, o le digo a todo el pueblo que tu hermana se acuesta con el señor Phillips -amenazó-. ¿Y cómo crees que afectaría eso a tu familia? Una mujercita de quince o dieciséis años, teniendo relaciones con su profesor, un hombre de treinta y pico, además de ni ser su prometido. La reputación de la familia Andrews caería en picado -susurró en el oído del chico-. Sería catastrófico, ¿no crees, Billy?
Billy tragó saliva. ¿Cómo era posible que Luna supiese eso?
-¿C-cómo sabes eso?
-Yo lo sé todo -a Billy se le erizó la piel-. Mañana al atardecer quiero el caballo detrás de la escuela, o correrá el rumor de Prissy. Y ya sabes que las habladurías corren como la pólvora.
Dio dos golpes suficientemente fuertes como para empujar un poco al chaval en el hombro, y desapareció por el follaje de los árboles con una sonrisa en alto, y una mueca victoriosa.
Quizás no le enseñaron matemáticas ni geología en el orfanato, pero si algo había aprendido fue el arte de la mentira y el chantaje, algo esencial en la vida callejera. Una cosa que no ha cambiado con el paso de los tiempos.-¡Luna!
Anne estaba corriendo detrás de la morena desde hacía unos minutos. Cuando la alcanzó, se sujetó en las rodillas, e inhaló una gran cantidad de aire y luego la expulsó, repitiendo el proceso unas cuantas veces.
-Te he... estado siguiendo... desde hace un rato... pero no me oías... -dijo con la voz entrecortada.
-Ay, lo siento Anna -se disculpó.
-No te preocupes -dijo restándole importancia con la mano-. Te iba a decir que Diana, Ruby y yo hemos quedado para cocinar algo a Gilbert. Ya sabes que a Ruby le gusta y eso... ¿Te quieres venir?
Pensó en sus quehaceres, y si llegaba para antes de las ocho, le daría tiempo de hacer la cena.
-Sí, claro. Gracias -agradeció sonriendo.
El resto del trayecto hablaron de libros, fantásticos, novelas románticas... De todo un poco. Cuando llegaron a la encrucijada que separaba sus caminos, Anne añadió:
-Ven por las cuatro o cinco.
-Vale.
Y las dos muchachas se separaron.
El camino a casa fue tranquilo. Golpeaba alguna rama pequeña, y hacía crujir las hojas bajo sus pies. Tan solo esperaba que aquel muchacho llevase el caballo, si no quería que aplicase lo aprendido en la calle. Podría sonar salvaje, inmoral y agresivo, pero parecía ser que los chicos no entendían las cosas a no ser que les dieses un escarmiento a cambio.
Al llegar a casa, la señora Ackerman simplemente la ignoró.
-Conseguiré el caballo en poco tiempo -le aseguró Luna a Charlotte.
Ella la miró, y luego volvió a sus quehaceres. Aunque la hubiese tratado tan mal, algo en Luna quería que le hablase, que le dijera el motivo por el que la había adoptado, el porqué de su comportamiento arisco hacia ella... Pero no dijo nada. No se atrevió a romper el silencio.
Se mordió el labio, reteniendo las palabras que amenazaban de salir de su boca, y rápidamente subió las escaleras, temiendo lo que su "sincera" personalidad soltase todo.
Se tiró a la cama, cubriendo su cara con la almohada y ahogando un gritito.Se pasó en su habitación hasta la hora acordada con Anne. Cuando bajó, no se encontró por ningún lado a la señora Ackerman, así que simplemente se fue.
Caminó tranquila por el bosque, el cual se encontraba cubierto por un manto de blanca nieve. Sus huellas eran lo único que se veía, y mientras andaba, iba jugueteando. Acabó con las manos rojas y heladas, pero mereció la pena.En el camino se desvió, no lo pensó mucho. Anne podía esperar. Al poco rato se encontró en frente de la casa de su amigo. Tocó la puerta dos veces, y no tardó en guardar sus manos en los bolsillos de su chaqueta. A los pocos segundos, la misma señora que cuidó por un corto periodo de tiempo de ella, el día que Gilbert se fue a ayudar a los Gillis, abrió.
-¡Anda!, ¿qué te trae por aquí jovenzuela?
-¿Está Gilbert? -preguntó con suavidad, sin aparentar mucha emoción.
-Pues ahora mismo no, ha salido a la ciudad, pero para la noche habrá vuelto. ¿Necesitas algo en concreto?
-No -Luna se dio la vuelta con intención de irse, pero la voz de la señora la paró.
-Si quieres, puedo dejarle un mensaje de tu parte. Decirle que has venido -le propuso la mujer amablemente.
Un tono tan amable que a Luna se le hizo difícil responder de manera fría. No quería dejar ningún mensaje. ¿Qué le iba a decir? No tenía nada que contar. La verdad, ni ella misma sabía por qué había ido allí.
-Tengo que irme. Anne me espera -se limitó a decir.
Fijó su vista en el camino, e hizo oídos sordos a los llamados de la mujer.
- • -
Gilbert se sentó en el frío suelo de la ciudad. Estaba angustiado y agobiado al mismo tiempo. No sabía qué hacer con la enfermedad de su padre, y la culpa por no poder hacer nada lo carcomía por dentro.
Además, no tener a la figura de una madre apoyándolo le dificultaba más las cosas. Su padre le decía que viviese y fuera feliz, que no se preocupara tanto por él, pero se le hacía muy difícil.
Se fijó en unos amigos que correteaban por la calle. Ellos parecían muy felices, ajenos a los problemas que acechaban a la vuelta de la esquina. Por unos momentos, viajó al pasado, a los días que pasó en aquella ciudad, donde conoció a una carismática niña, la cual, a pesar de vivir en tan malas condiciones, seguía sonriendo.
Disfrutó de los buenos recuerdos que albergaba, y de repente, le entraron unas ganas inmensas de ver el rostro de Luna.
Al momento de levantarse, un rico olor inundó sus fosas nasales, hipnotizando al joven Blythe. Se percató de que cerca suyo había una panadería, que acababa de sacar pan del horno. La boca se le hizo agua, y no pudo evitar entrar a la tienda.
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I Found You, Gilbert Blythe »Gilbert Blythe
FanfictionQuerido Gilbert, Hace mucho tiempo que no compartimos enrevesadas conversaciones. Anhelo el día en el que podamos volver a vernos, en el que podamos volver a convivir como lo hacíamos antaño. Mediante estas simples palabras, querría comunicarte el...