5. Sólo somos amigos

3.2K 326 64
                                    

Al salir de clase, Diana, Luna y Ruby fueron a Tejas Verdes en busca de la pelirroja. La rubia iba en medio, más cerca de Diana que de Luna. Ésta al notar la incomodidad de la niña, decidió preguntarle haciéndose la inocente. El don de la actuación al fin y al cabo era su mejor cualidad.

-¿Te pasa algo, Ruby? -le preguntó Luna-. Te siento incómoda a mi lado -dijo con falsa preocupación.

-N-no, es sólo que... -la niña se pensó sus palabras antes de decir nada-, me molesta que estés tan cerca de Gilbert -y otra vez, su amigo moreno aparecía en la conversación.

-¿Por qué? Gilbert es mi amigo -se justificó ella-, mi único amigo.

-¿Es... Es sólo tu amigo? -formuló tímida.

-Sí, mi mejor amigo -le sonrió falsamente Luna, pero la ingenuidad de la rubia creyó que era real aquella sonrisa.

El camino fue menos tenso desde ese momento. No eran las mejores amigas del alma, pero ya eran algo. Cuando llegaron a Tejas Verdes, Matthew les abrió la puerta. Diana y Luna le agradecieron, en cambio, Ruby pasó de largo. Llamaron a la puerta, y en pocos segundos, la señora Cuthbert abrió.

-Buenas tardes señora -saludaron a coro las tres niñas.

-Oh, hola Diana -saludó ella. Las miró intrigada.

-Soy Luna, y ella Ruby -la señora les sonrió-. Encantadas.

-Igualmente. ¿Y a qué se debe su visita?

-Queríamos darle los libros de Anne -le tendió Luna los libros-. Hace dos días que no viene a la escuela, y nos tiene intranquilas.

-Pero... Ah... Mañana irá -les aseguró.

-¿Podemos pasar las verla? -preguntó Diana.

-No, ha salido a hacer unos recados.

Tras una muestra de decepción de Diana, las chicas se despidieron y se fueron a sus respectivas casas. Luna irremediablemente tenía que pasar por el bosque, cosa que le hizo pensar que quizás, Anne se encontrase allí. Ese día podía retrasarse lo que quisiese, pues la señora Ackerman había salido, y no regresaría en tres días.

Últimamente, se preguntaba si la señora Ackerman realmente la quería como hija. Desde el primer día que no recibía muestra de afecto alguna, solo órdenes y mandatos. Eso le hacía dudar, en si lo que verdaderamente quería una criada o una hija que criar.

En el camino a casa, escuchó una lejana voz. Al principio tuvo la idea de salir despavorida, pero al reconocer la voz, cambió de opinión.

-¿Anne?

La pelirroja dio un respingo y se dio la vuelta. Suspiró aliviada cuando vio que se trataba de Luna y no la señora Cuthbert.

-Luna -dijo la Shirley.

-¿Por qué no vas a la escuela? -le preguntó directa.

-Que directa -comentó Anne-. No digo que me disguste, ni mucho menos -se rectificó al pensar más sus palabras.

-Tranquila, no me gusta andar con rodeos. Ahora, contéstame, por favor.

-No quiero volver -le contó, sentándose en el suelo-. Todos se burlan de mí por mi horrible pelo, mis pecas y porque soy huérfana. Se burlan porque soy diferente.

Anne suspiró indignada. Luna sabía cómo se sentía, lo comprendía perfectamente, ya que ella también había pasado por lo mismo.

-Anne -la llamó Luna-. ¿Sabes que ser diferente no es malo, verdad? Es lo mejor que puede pasar, ser único. Porque sino, todos seríamos réplicas. Y eso no es nada guay -a la pelirroja se le posó una pequeña sonrisa por las palabras de Luna-. ¿Sabes? A mí me pasaba lo mismo -Anne la miró extrañada.

¿Cómo podía ser eso posible, si Luna era muy guapa? Estaba delgada, tenía un hermoso cabello como la noche, y unos profundos ojos chocolate. Sin hablar de sus ojos rasgados, y su perfecta sonrisa.

-Te habrás dado cuenta de que yo no soy ni canadiense ni escocesa. Yo soy asiática, y eso era bastante comidilla para los cotilleos y burlas. Además, cómo a mí me gustaba mucho leer y contar cuentos, me llamaban rarita, y te aseguro que no era nada divertido -Anne escuchaba su historia con interés. Al fin alguien que entendía cómo se sentía ser la diferente-. Pero un día, alguien llegó a mi vida, que me hizo cambiar de pensar. Esa persona me aseguró que ser diferente era bueno, y que tenía que estar orgullosa de ello. Me salvó de caer en un agujero sin fondo.

A la pelirroja le brillaron los ojos. Su historia la había motivado a seguir adelante y no darse por vencida.

-¿Puedo preguntar algo? -dijo Anne.

-Acabas de preguntar -le informó Luna riendo suavemente. Anne también río-. Dime.

-¿Quién es "esa" persona que te salvó? -preguntó con cara pícara la joven.

Luna sonrió, y sin embargo no dijo nada.

-No te lo diré -la Ackerman le sacó la lengua.

Las dos niñas rieron, y de esa forma Luna consiguió hacer que Anne fuese a la escuela al día siguiente.

Ser diferente está bien.

Miró de soslayo a la persona quién le había dedicado esas palabras.

El chico, al notar una mirada en él, giró la cabeza en todas las direcciones hasta dar con el portador de esa mirada. Se quedaron unos momentos así, mirándose. Los dos jóvenes sintieron que el mundo se desvanecía alrededor suyo, y que tan solo eran ellos dos.

-Quizás el señor Blythe y la señorita Ackerman tengan algo que aportar a la clase -la voz del señor Phillips les sacó del trance a Luna y a Gilbert.

El profesor les miró con cara intrigante, como si tratase de achantarlos con tan solo una mirada. Pero eso no era suficiente para que Luna se estremeciera. Hacía falta mucho más, o tan solo otra furtiva mirada por parte del pequeño Gilbert.

-No señor. Lo sentimos mucho -se disculpó Blythe por los dos.

El señor Phillips siguió con la clase, dánadose la vuelta para escribir algo en el pizarrón. Luna y Gilbert se miraron cómplices, y fue inevitable reprimir una pequeña risilla traviesa.

-¿Qué ha sido eso? -le preguntó bajo Billy, dándole un pequeño empujón en el hombro-. ¿La Ackerman te ha sonreído? Qué suerte tienes -comentó el Andrews.

-Sólo somos amigos -pero realmente Gilbert no estaba nada seguro de querer ser sólo amigos.

I Found You, Gilbert Blythe »Gilbert Blythe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora