13. Celos

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No sé si fusionar las tres temporadas de la serie en una sola historia (esta), o si dividirla en dos partes (hacer una especie de trilogía o hacer otra historia que contenga la (segunda y) tercera temporada...

Yo creo que preferiría escribirlas todas juntas y dejarnos de líos de si busco una parte o busco la otra pero no sé...

¿Qué preferís vosotrxs?

***

¿Qué si se moría de ganas por hablarle? Claro. ¿Qué si tenía que reprimir sus ganas de lanzarse a sus brazos? Por supuesto.

Pero no iba a hacerlo.

Quizás para mantener su orgullo, su dignidad, o para que no pensara que tan fácilmente iba a perdonarle.

-Serán veinte con cincuenta, señorita.

Luna salió de sus pensamientos y pagó al vendedor. Después, fue en busca del francés. Las calles estaban repletas de gente y carros y era difícil encontrar a alguien. Se paró frente a un escaparate de una tienda de vestidos.

Podía ver su reflejo en él, su cuerpo podría caber perfectamente en ese entallado vestido. Era de color verde jade, con un corpiño dorado en forma de uve y una falda hasta las rodillas pomposa. En los extremos del vestido tenía una tela de encaje y unas mangas abullonadas. Se quedó absorta imaginando a la princesa Daphne con aquel vestido en una gala real, dónde todos vestían de etiqueta y bailaban vals hasta caer rendidos del cansancio.

El sueño se borró cuando vio el reflejo de Gilbert en el cristal. Se dio la vuelta, dispuesta a hablar con él y disculparse por su comportamiento anterior, pero paró en seco cuando se percató de que no estaba solo: Anne se encontraba con él y hablaban plácidamente.

El rostro de Luna volvió a adoptar una expresión de tristeza y decidió no molestar e irse. Anduvo hasta llegar a la casa de empeños donde había quedado con Jerry, pero se encontró con una no muy agradable sorpresa.

-¡Jerry! -exclamó al ver las magulladuras en el rostro del muchacho-. ¿Qué demonios te ha pasado?

La muchacha ayudó a que el chico se sentase en el bordillo de la calle y luego, se sentó a su lado.

-Unos hombres malos me atacaron -explicó, haciendo varias nuevas de dolor.

Luna no pudo evitar sentir furia, pero fue Jerry quién la calmó y le dijo que no valdría la pena.

-¡Pero Jerry! ¡Mira cómo te han dejado! No voy a permitirlo. Dime quienes han sido y te juro que haré que sus gargantas parezcan las cataratas del Niágara-insistió la morena.

-¡Qué carácter, señorita! -Jerry rió-. De verdad, Luna, no se moleste más, no merece la pena.

Luna, aunque no quisiera, decidió dar su brazo a torcer y no insistir más.

-Por favor, tutéame, se me hace raro que un amigo me trate de señorta... Cualquier persona, en realidad -Luna se rascó la nuca soltando una leve risa-. Creo que puedo curarte esas heridas... -la chica puso su mano en su mentón y comenzó a darle vueltas a la cabeza-. Acompáñame.

La asiática tomó la mano de Jerry y, entrelazando sus dedos, empezó a tironear del chico. Parecían madre e hijo, uno por delante del otro. El gesto de Luna sorprendió al chico en demasía, pues no se esperaba para nada tal reacción.

No pudo evitar que un fuerte sonrojo se posase en sus morenas mejillas, ya que nunca habían hecho tal cosa con él. Era la primera vez que una mujer tan bella le daba la mano, y eso le ponía nervioso.

Pasaron frente a la cafetería donde se hallaban Gilbert y Anne hablando. Luna se paró frente al cristal del establecimiento y, mediante un frío y duro signo, hizo comprender a Blythe que debía salir.

I Found You, Gilbert Blythe »Gilbert Blythe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora