17. La misma historia cuatro años después

1.8K 189 77
                                    

—¿Qué haces? —preguntó desde el canto de la puerta.

Una pequeña maleta abierta residía encima de la cama de Gilbert, y dentro de ella, ropa y pertenencias suyas.

—Estoy haciendo la maleta.

Gilbert se encontraba frente al armario, sacando prendas de él.

—¿Te vas? —la voz de la chica sonaba tranquila, pero en su interior algo se rompía.

—Sí —Gilbert alzó la mirada, encontrándose con los ojos de ella. Una expresión de arrepentimiento y cariño se posó en la cara del chico, como si le estuviese pidiendo perdón—. Tengo asuntos que resolver. Con la muerte de mi padre, todo es confuso, y tengo que ganar dinero y como te he dicho antes, cosas que resolver. No puedo darles la espalda.

Gilbert siguió empaquetando. Luna tragó saliva. Una lágrima hizo ademán de salir, pero la contuvo a tiempo.

—¿Y a mí si puedes darme la espalda?

Gilbert respiró hondo.

—Luna, no me hagas a elegir entre mis obligaciones y tú. No hay nada que me ate a Avonlea, y la gente del barco me necesita. Y tú no —el chico clavó su mirada en la asiática, que aún se encontraba parada en el umbral de la puerta—. ¿O sí... me necesitas?

Luna vaciló. ¿Qué se suponía que debía decirle? ¿Que sí lo necesitaba, desesperadamente? ¿Que sin él, su vida no tenía sentido? Supo en ese mismo instante que, a pesar de ese revoltijo de angustia, miedo y quizás, amor, no iba a confesárselo.

Recordó lo hirientes que habían sido las palabras del chico del día anterior, y esas fueron las causantes de que Luna no se atreviese a decirle a Gilbert lo importante que era para ella. No iba a pedirle que se quedase, sería muy egoísta por su parte.

De modo que alzó la mirada y dijo:

—No, llevas razón. No te necesito.

Luna creyó notar un ápice de dolor y decepción en los ojos de Gilbert; pero la voz de él sino fría e indiferente cuando le dijo:

—Bien. Entonces, no hay más que hablar.

Gilbert cerró la maleta y ordenó la habitación. Echó una última mirada a su cuarto, y se dispuso a marcharse. Al cruzar por la puerta, sus cuerpos se rozaron y sus miradas se cruzaron brevemente. El tiempo pareció congelarse.

«Quizás, no debería marcharme» pensó Gilbert.

«Le suplicaré que se quede» pensó Luna.

Pero Gilbert cruzó la puerta y se separó de Luna, y siguió andando hacia la salida, y ella no lo llamó.

Salió de su casa y se alejó un poco. Gilbert se mordió el labio inferior, reprimiendo las ganas de volver corriendo a su casa y tomar entre sus brazos a la chica, de confesarle todo lo que sentía. Pero por otra parte, se sentía decepcionado de que Luna no opusiera resistencia a la idea de que Gilbert se fuese, de que no lo necesitase.

Luna le siguió hasta el cruce de caminos, dónde la chica debía tomar el camino de la izquierda para volver a su casa y Gilbert el de la derecha, para ir a la ciudad.

Gilbert avanzó un paso, vaciló y se volvió hacia Luna.

—Me iré un tiempo, a aclarar mis ideas. No sé cuánto tiempo estaré fuera. Después...

Luna clavó su mirada en él. Una mirada fría, triste, y sobre todo, decepcionada. Gilbert se alejaba de su lado otra vez, y nuevamente, no sabía cuándo volvería a verle.

—Es curioso que repitas la misma historia cuatro años después —observó Luna con frialdad.

—¿Qué quieres decir?

—De nuevo me abandonas. Te vas, y ni siquiera tienes el valor suficiente para decírmelo a la cara. Lo tengo que descubrir yo. ¿Eso es lo que significo para ti? —Gilbert guardó silencio—. ¿Lo sabía alguien más?

—Se lo dije a Anne el día que fuimos a la ciudad.

Luna sintió como si le tirasen un balde de agua congelada encima. Se lo había dicho antes a Anne que a ella.

La chica no pudo evitar sentir celos de la pelirroja. Siempre se habían llevado bien, y veía que Anne miraba con un pequeño brillo en los ojos al muchacho.

—Lárgate —dijo Luna dando la espalda a Gilbert—. Márchate y no vuelvas.

—Descuida.

Y Gilbert se fue, dejando una vez más, a Luna atrás. Se vio tentado a girarse para verla una última vez, pero sabía que si hacía eso, no sería capaz de seguir adelante y correría a besarla, y por eso no lo hizo. Siguió caminando, pasos firmes, pero cada huella que marcaba en el suelo era un trocito de su corazón que se quedaba con ella.

Luna vio cómo desaparecía la silueta del chico entre los árboles. No dijo nada, no hizo nada para pararle los pies. Pero veía como se marchaba, y maldijo a su orgullo por no permitirle haberle pedido que se quedase con ella, por no haberle dejado admitir que sí lo necesitaba.

¿Lo peor? Era su cumpleaños. Tampoco se había atrevido a decirle eso.

Esa noche lloró en silencio, vaciando parte de su ser con esas lágrimas. Una parte de su corazón se había ido con ese chico para siempre, y una dolorosa punzada atravesó el corazón de Luna.

Los días siguientes fueron iguales: Luna asistía a clase, pero sin gana alguna. Después, volvía a casa y hacia sus tareas y, por la noche, lloraba hasta caer dormida.

Sus amigas habían intentado ayudarla, pero ella les había pedido tiempo.

Luna sabía que podrían pasar años hasta volver a ver al muchacho de nuevo, o quizás no volviesen a encontrarse nunca. Tenía que hacerse a la idea pronto, pero era incapaz de olvidar aquella sonrisa por la que su corazón había palpitado tan rápido, y por la que ahora se desgarraba dolorosamente.

Por eso decidió alzar un muro en torno a su corazón, una muralla inquebrantable con la que no podrían volver a hacerle daño.

Y decidió que mataría los sentimientos que le quedaban por Gilbert.

***
Bueno...

¿Fin?

Sí, fin de la primera temporada😔

¿Habrá una segunda?

Puede.

Todo depende de lo que quieran los lectores :)

Espero que os haya gustado esta historia tanto como a mí y que la hayais disfrutado mucho conociendo y siguiendo las vivencias de Luna!!

Un beso muy grande❤️❤️,

Natsukistars.

12/09/2020

I Found You, Gilbert Blythe »Gilbert Blythe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora