Narra Harry
La calor junto a la luz que se filtraba por la ventana hicieron que abriera ligeramente los ojos. Bostecé adormilado y levanté un poco el rostro para poder mirar el pequeño reloj rojo que yacía sobre mi mesita de madera; las seis y media de la mañana. Era demasiado temprano, no entraba a trabajar hasta las ocho. Descansé de nuevo mi cabeza en la blanda almohada dispuesto a dormir un poco más, cuando noté una lenta y tranquila respiración en mi pecho. Volví a abrir los ojos, recordando que Sami y Elena habían dormido conmigo por miedo a los relámpagos. Verlas tan asustadas por un simple ruido había sido demasiado tierno para mí, sobre todo cuando Sami me abrazaba fuertemente cada vez que un destello iluminaba la habitación. Tener miedo a los rayos a su edad era a la vez, gracioso y dulce. No había conocido a nadie que con veintisiete años tuviera tanto miedo a las tormentas.
Bajé un poco la cabeza y mi vista se dirigió a una Sami plácidamente dormida con su rostro en mi pecho y con uno de sus brazos encima de mi torso, abrazándome. Sonreí débilmente, pero un poco extrañado. Los dos estábamos abrazos y con las piernas entrelazadas. ¿Cómo habíamos acabado así? Y lo más importante, ¿Porqué estaba realmente cómodo? Estaba sudando en busca de un poco de aire fresco y aún así, no quería deshacer el abrazo y mucho menos alejarme de ella. Volví a bostezar muerto de sueño. Ayer me quedé hasta altas horas de la madrugada observando a Sami dormir. Sabía que esa acción podía parecer un poco de un acosador, pero se veía realmente hermosa y por alguna extraña razón, no podía dejar de admirar su rostro. Además, tener a Sami a centímetros de mí hacía que extrañamente, se me acelerara el corazón. Me había quitado el sueño con tal sólo sentir su aliento tan cerca. Sami me provocaba sentimientos inexplicables que jamás había experimentado.
Acaricié su mejilla lentamente, disfrutando de su belleza. Parecía un ángel descansado. Sus largas y negras pestañas reposaban tranquilamente sobre sus ojos. Algunos mechones de su castaño pelo caían sobre su hermoso rostro y aproveché para colocarlos detrás de su oreja como una madre lo haría. Sus perfectos y rosados labios estaban entreabiertos gritando a pleno pulmón para que los besara. Era increíble como dormida podría pasar por una chica inocente que no rompió un plato en toda su vida y cuando despertaba no había quién la callase. Pero francamente, me encantaba esa actitud suya. Aparentar ser una chica inofensiva cuando en realidad podía matarte con un sólo movimiento.
Lo único malo que tenía Sami era que no quería volver a acostarse conmigo. Y eso me estaba matando lentamente. Por dentro y por fuera. Ninguna chica me había rechazado y tarde o temprano, todas terminaban en mi cama. Pero que ella me hubiese rechazado dos veces después de un sexo increíble, me volvía loco y me molestaba. Sabía que me deseaba igual que lo hacía yo con ella y que se negara a reconocerlo me enojaba mucho más que cuando encontré a mi única y última novia en la cama con mi ex-mejor amigo.
Malditos hijos de puta.
Esos dos llevaban meses acostándose a mis espaldas y con esas infedilidades, me convirtieron en el mujeriego que era ahora. Eso había sucedido hacía unos dos años y casi no me dolía.
Casi.
Pero gracias a eso, había descubierto que el amor era, es y será siempre un mierda recubierta con purpurina. De lejos te deslumbraba, pero cuando te acercabas, te llegaba el maloliente olor y sabías que la habías cagado.
Y habían algunos que pensaban que casándose reforzaban la pareja...Pobres desgraciados, esos eran más ingenuos que los que creían en los fantasmas. Casarse era el error más grande que podías cometer y estaba más que agradecido de que Sami decidiera a última hora salir corriendo de su boda porque sino, nunca hubiese experimentado un sexo tan increíble como el que tuve con ella. Sin embargo, para mi desgracia, había tenido la mala suerte de recoger una novia a la fuga con más integridad que con las que me solía acostar.
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Madre y novia a la fuga |H.S|
FanfictionSamantha es una chica de veintisiete años que está a punto de cometer un gran error: casarse con un hombre que, por desgracia, no amaba. Sin embargo, en el último momento, Samantha decidió que no iba a echar a perder su vida casándose con el magnate...