Terminamos de comer entre risas y bromas. Harry era muy divertido. Al terminar, pagó (dejando una buena propina al señor canoso) y salimos del restaurante. Bajamos hasta la primera planta y nos dirigimos a la sección infantil. Estaba a punto de entrar en una tienda de ropa para niños cuando Harry me agarró del codo, impidiéndomelo.
- La tiendas para mujeres están por ahí- señaló a la izquierda.
- ¿Y? No voy a ir- me encogí de hombros.
- ¿Y dónde piensas comprarte la ropa?- preguntó alzando una ceja. Claramente, esta situación le divertía.
- Fácil, no voy a comprarme ropa- volví a intentar entrar en la tienda, pero fue en vano, Harry me volvió a dar la vuelta.
- Antes me has dicho que si-
- En realidad no te he dicho que si, solo he accedido a venir porque seguramente hubieras insistido hasta conseguirlo y además tampoco me dejaste hablar- frunció el ceño y me revisó de arriba a abajo.
- No puedes ir por ahí con la misma ropa siempre-
- Yo si, pero mi hija no, a si que si me disculpas, tengo ropa para comprar-
- Pero tu también necesitas ropa-
- Harry- suspiré, ya cansada por esta estúpida discusión- Cuando eres madre tus necesidades pasan a segundo plano- se quedó en silencio, observándome sin expresión alguna hasta y sonrió enternecido.
- Eres increíble, Samantha- me acercó a él y rodeó mi cuerpo entre sus brazos. Un poco sorprendida, lo respondí y hundí mi cabeza en su pecho. Unos minutos más tarde, nos separamos lentamente y antes de que me viera sonrojada, me giré en dirección a la tienda. No di ni un solo paso cuando Harry me cargó sobre sus hombros.
- Te comprarás ropa si o si- empezó a caminar al lado contrario al que me dirigía como si pesara una pluma.
- ¡HARRY!- grité alarmada antes de empezar a patalear. Noté la mirada de varios curiosos sobre nosotros, pero eso no impidió que Harry siguiera caminando.
- ¡BÁJAME!- ordené intentando sonar dura, pero una carcajada se me escapó. Harry me ignoró y yo seguí pataleando, pero paré al darme cuenta de que una patada mía era como si le hiciese cosquillas. Apoyé mi cabeza sobre mi mano y esperé a que llegara a su destino.
Después de varios pasos de su parte, mis pies volvieron a tocar el suelo. Lo fulminé con la mirada y él se encogió de hombros, sonriéndome como si no hubiese echo nada y me empujó dentro de la tienda. Ya dentro, Harry se dirigió hacia el mostrador donde había una señora de unos cuarenta años.
- Hola Helen- saludó Harry. Por lo que veo este chico conoce a todo el mundo.
- Hola señor Styles- sonrió la señora- ¿Qué le trae por aquí?- preguntó educadamente.
- He venido con una amiga- pasó una mano por mi espalda haciendo que diera un saltito hacia adelante- Y quiero que le ayudéis a escoger la ropa- Helen me miró de arriba abajo y aplaudió dos veces.
De detrás de una cortina, salieron unas seis chicas, todas jóvenes y con una coleta y se acercaron a ella, haciendo un corrillo. Murmuraron unos cuantos minutos, lanzándome alguna que otra mirada y asintieron a la vez. Caminaron hacia a mi con una sonrisa que a mi gusto me parecía de psicópata y me arrastraron, literalmente a los probadores. Miré hacia atrás, asustada en busca de un poco de ayuda del rizado, pero él solo me guiñó un ojo con una sonrisa de lado.
Estuve como hora y media entre vestidos, tejanos, camisetas, zapatos y bolsos mientras Harry me observaba sentado en un sillón enfrente de los probadores. La verdad me sentía como Julia Roberts en "Pretty Woman" salvo que yo no soy puta, ni pelirroja. Después de discutir con Harry sobre que era demasiado dinero, me compró casi toda la tienda.
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Madre y novia a la fuga |H.S|
Hayran KurguSamantha es una chica de veintisiete años que está a punto de cometer un gran error: casarse con un hombre que, por desgracia, no amaba. Sin embargo, en el último momento, Samantha decidió que no iba a echar a perder su vida casándose con el magnate...