KAREN
-Levántate... - le susurré a mi marido con dulzura en el oído.
Se movió solo un poco para abrir un ojo y verme con las manos apoyadas en el borde de la cama y la cabeza apoyada en mis manos. Sonrió y se volvió a dormir. Me levanté y me metí bajo las sábanas. Le acaricié la espalda, y vi como sus músculos se volvían a relajar más y más.
-Eso me gustaría que me lo hicieses en otra parte, cariño – dijo con la cabeza apegada a la almohada.
Le pegué un manotazo en la parte trasera de la cabeza. Y oí su risa. Será capullo. Dejé de acariciarle y me levanté. Se acabó la Karen dulce. Cogí lo primero que pillé en la habitación y se lo tiré. Con tan mala suerte (para él) de que lo que le tiré fue mis zapatos de tacón, esos que me había olvidado volver a guardarlos en el armario. Levantó los brazos para sobarse la espalda, hizo un gruñido y volvió a dejar caer los brazos y a empezar a roncar. Maldito sea este hombre. No me quedaba más remedio que recurrir a mi arma especial, esa que nunca fallaba.
-Cómo no te levantes en cinco segundos me veré obligada a dejarte sin sexo por todo lo que queda de vida, ¿me he expresado con claridad?
Y fue en un abrir y cerrar de ojos, ver a mi marido sentado en la cama con los ojos entrecerrados. Así me gustaba, que me hicieran caso. Le acaricié la cabeza como si fuese un perro y le besé en los labios. Volvió a gruñir y bostezando, se levantó de la cama. Me cogió de la cintura y se apoyó en mí, dejando caer todo su peso. Le maldije en voz baja y le empujé para que me soltara. No me malinterpretéis. Me gustaba que me abrazara pero, no que se dejara caer, pesaba por lo menos noventa kilos. Se rio bajito mientras se alejaba de mí, solo unos pocos centímetros. Pero, de repente, me volvió a coger de la cintura y me empujó hacia la cama. Nos caímos, yo encima de él. Siguió cogiéndome de la cintura mientras me besaba en los labios. Y cuando dejó de besarme, me acurruqué en su pecho, inspirando su olor.
-Me alegro de que estemos bien – dije acariciando su abdomen con los dedos. – De que por fin no tenga miedo de perderte.
-Yo también me alegro cariño.
Kyle me estrechó aún más fuerte entre sus brazos y me dejé llevar. Me sentí segura a su lado. Y sabía que pasase lo que pasase, él siempre estaría conmigo. Lo amaba y él me amaba a mí. Y aunque algo o alguien se interpusieran en nuestro camino, siempre conseguiríamos seguir adelante. Levanté la cabeza y lo miré a los ojos. Y ahí lo supe definitivamente... él iba a ser mío, costase lo que costase.
Habíamos estado así durante media hora. Abrazándonos y diciéndonos que nos queríamos. Y para mí, esos treinta minutos, fueron los mejores de mi vida. Estábamos desayunando. Yo cereales de maíz y chocolate, y Kyle un café con leche y unas galletas de avena. Encendimos la televisión para que se escuchara de fondo mientras nosotros hablábamos.
-Sabes, Lucía y Niall me pidieron ayuda para la boda – dije hundiendo la cuchara en los cereales y removiéndolos un poco con la leche.
-¿Qué boda?
Le miré directamente a los ojos. ¿Enserio no se acordaba de la boda? Aún recuerdo el día en que los dos fueron a nuestra casa y nos lo dijeron, parecían tan enamorados... me llevé la cuchara a la boca y mastiqué los cereales. Tragué silenciosamente y después le dije:
-¿No te acuerdas? Los dos vinieron a decírnoslo... en ocho meses se casarán.
-Ah sí. Ya...
Puse los ojos en blanco y me reí bajito. Terminamos de desayunar y nos echamos en el sofá. Pero, al cabo de unos minutos, vi como mi marido se acomodaba mejor en el sofá y echaba la cabeza hacia atrás. Se iba a dormir. Así que le balanceé un poco para despertarlo. Gruñó en mi dirección cuando estuvo despierto, con ambos ojos entrecerrados.
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Conviviendo con mi Playboy © (2)
Jugendliteratur~Trilogía ECS~ 1# Empleada de un playboy 2# Conviviendo con mi playboy 3# Sobreviviendo a mi playboy (...) ¿Que pasaría si Karen, después de casarse con Kyle, deciden vivir juntos? Peleas, discusiones e incluso corazones ro...