1: Objetivo desconocido

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El viento acariciaba su cabello, su rostro bronceado y travieso dejaba ver entre sus facciones una sonrisa, era demasiado tierno, le miraba de vez en cuando con los ojos llorosos como si suplicara perdón, Minato respiro hondo por primera vez en aquel largo tiempo que había transcurrido desde que los dos se veían frente a frente sentados en una silla, el pequeño alzo la cabeza como si esperara la respuesta de su padre.

-Que voy a hacer contigo Naru – dijo Minato en un gran suspiro, apegándose al espaldar de la silla – es imposible enfadarse contigo, por esta vez no seré tan malo contigo, pero, aun así, no vas a poder salir de la casa en ningún momento y tampoco podrás ver televisión por una semana

-Pero eso es mucho – replico el pequeño – son como así de días – dijo mostrando con sus manitas sus ocho deditos levantados

-La verdad una semana son siete campeón, así – dijo mostrándole la cantidad con las manos

-Bueno pero son muchos, papá, anda no seas malo – dijo suplicante

-Naruto saliste de casa sin que yo me diera cuenta, sabes acaso ¿Cuánto estaba asustado? Ya estaba pensando lo peor

-Pero eso es injusto – dijo con los ojos llorosos aun

-Nada de que es injusto, mejor ponte a jugar en la sala, donde yo pueda verte

El niño se levantó de la silla y se dirigió a la sala buscando sus juguetes. A veces Minato pensaba que Naruto crecía muy rápido, que algún día lo dejaría solo y desplegaría sus alas, otras veces que no sabía lo que iba a hacer con él, cuando Naruto creciera más, cuando se diera de cuenta que su padre casi no podía sobrevivir, en la universidad y criándolo a él, todo era tan difícil para Minato desde que Kushina se fue de su lado, apenas sabía si podría seguir estudiando, todo el mundo que se había creado se cayó a pedazos, con tan solo veintitrés años, temía caer en la ruina y desesperación, por suerte aun contaba con algunos amigos, y uno de ellos era su antiguo maestro, por él, era que Naruto llevaba ese nombre, aunque Jiraiya siempre había sido un pervertido sin remedio alguno al que le encantaba escribir novelas eróticas, Naruto había sido el nombre de un héroe legendario en una de sus novelas, un chico que podía sobrevivir a la oscuridad, aquello simplemente había hecho que se enamorará de aquel nombre y que además parecía quedarle como anillo al dedo, ya que su hijo parecía tener un amor incondicional hacia el ramen, nunca se hartaba de comerlo, tenía la despensa llena de envases de ramen instantáneo por culpa suya. Sus pensamientos fueron interrumpidos por un golpeteo en la puerta.

-Voy – grito desde la cocina, y corrió casi inmediatamente a abrir la puerta – Jiraiya sabes que no tienes que tocar – dijo sonriéndole a su maestro

-Ya sabes es una costumbre, ahora donde está el pequeño – dijo buscándolo con la mirada

-Está adentro pero está castigado, nada de televisión y salir de la casa – dijo tomando su mochila

-Muy bien, como digas Minato – dijo mientras jugaba con Naruto

Minato salió inmediatamente y comenzó a correr, vivía algo lejos de la universidad y todas las tardes corría hacia ella, no podía rendirse ya le faltaban nada más dos años y seria abogado, así podría darle una mejor vida a su hijo costase lo que costase; corrió hasta agotarse pero finalmente llego, le sonrió a su profesor inmediatamente le miro llegar, y es que de todos Inoichi era alguien con quien podía tratar fácilmente, era una de las pocas personas que inclusive conocían lo inestable de su día a día. Camino junto a él, dirigiéndose al salón de clases y las horas empezaron a pasar poco a poco, pero Minato seguía pensando que haría para conseguir dinero para la siguiente semana, la falta de un título no le daba un buen trabajo y aunque trabajar en un centro comercial estaba bien, el sueldo no era lo suficiente como para alimentarse los dos, y poder comprar las medicinas de Naruto cuando este se enfermaba; la campana sonó de repente, se había pasado tanto tiempo pensando que la clase se pasó volando, miro su reloj, aquel que Jiraiya le regalo un año atrás, ya eran las diez, sintió sus ojos adormilarse, estudiar de noche, era lo único que lo dejaba trabajar tranquilo y poder pasar algo de tiempo con Naruto, se levantó de su asiento y se dirigió al baño a lavarse la cara, ahora por fin podía regresar y ver el dulce rostro de su hijo, bajo las escaleras, sintió un leve mareo y tropezó instantáneamente con una persona.

Amor letalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora