6: Traviesa sensación

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El mes había transcurrido con calma, una semana atrás había inscrito a Naruto en un kínder y aunque esperaba que no quisiera quedarse, aunque esperaba un berrinche de su parte, nada de eso paso, se quedó obediente, y la maestra pareció quedar encantada con un chico tan tierno, incluso debía agradecerle a Madara por su ayuda, ese hombre que día tras día parecía gustarle más, a veces se odiaba por la sencilla razón de que se dejaba llevar, y terminaba con una erección pero es que ver desnudo a un hombre como el, no era algo fácil de superar, y sentía vergüenza del mismo, había estado masturbándose en el baño de la casa de aquel hombre mayor, aunque se llevaban como nueve años de diferencia no podía evitar sentir esa presión el pecho cuando estaba cerca, cuando sentía que sus dedos rozaban su rostro, cuando le sonreía, se estaba enamorando y tenía miedo de hacerlo, porque se había prometido no enamorarse pero ahora el sentimiento era demasiado fuerte y no sabía cómo detenerlo, había estado cocinando para él, y los gestos y sonrisas de Madara lo dejaban sin aliento, era un hombre demasiado serio, y cada vez que sonreía su rostro cambiaba completamente y más se enamoraba, se está ilusionando con un hombre que seguramente nunca se enamoraría de él, pero desgraciadamente no podía decirle a su corazón que no lo hiciera, este se mandaba solo, y Minato descubrió eso hace mucho tiempo aunque muchas veces no lo quiso aceptar.

Se mantenía sereno mientras hacía algo de café para Madara, él se mantenía sentado en frente al comedor, tenía unos cuantos papeles en la mesa, y de vez en cuando se sacudía un poco el cabello, quizás algo le estaba saliendo mal, Minato jamás había querido preguntar cuál era el trabajo de Madara porque eso no era algo que a él le incumbía o al menos así pensaba, apago la cocina y sirvió algo de café en una taza, y lo puso en una bandeja, cuando hacia eso recordaba a las sirvientas de los adinerados, y pensaba que lo único que le faltaba era el vestido, al poner todo incluyendo lo más importante para Madara el azúcar, se dirigió hacia él, dando la vuelta a la cocina, pero cuando estaba a punto de llegar, Madara se levantó de golpe, chocando con la bandeja haciendo que el café y lo demás le cayera encima a Minato, en aquel momento solo pudo reaccionar de un modo.

-¡¡¡QUEMA!!! ¡QUEMA! – grito Minato quitándose inmediatamente la camiseta que quedo empapada en café hirviendo

-¿Estas bien? – pregunto Madara alarmado

-Duele y arde – dijo mientras trataba de calmar el ardor con una toalla empapada en agua al clima

-Disculpa no me fije, ven – dijo deteniéndole su mano – déjame hacerlo

Minato aflojo su mano cediéndole la toalla al pelinegro que se mantenía cerca de él, y ahora se apoderaba ella, tomo la toalla, y con suavidad empezó a pasarla por el abdomen de Minato, causándole un leve cosquilleo, y una cuantas quejas de parte de Minato mientras el sonrojo trascendía sus mejillas.

-Deberías darte un baño con agua fría en la tina, también tengo un ungüento para las quemaduras podría aplicarte un poco y prestarte algo para que te cambies – le dijo Madara con su seriedad habitual

-Muchas gracias – dijo con una tierna sonrisa, aunque las caricias que venían de parte de Madara lo hacían estremecerse, como rozaba con sus dedos el abdomen de Minato

Minato se dirigió al baño, termino por desnudarse y sumergirse en el agua fría con la que se llenaba la tina, dejo que su cuerpo se relajara, esperando que así también se le bajara la excitación que había estado sintiendo desde hace rato, pero no parecía funcionar, cerró los ojos esperando que todo pasara, pero no era así, aun no entendía porque razón tenía que tener esas erecciones siempre, llevo su mano hacia su miembro y comenzó a moverla alrededor, la verdad nunca se había podido quejar de lo bueno que se sentía llegar al clímax, ese era el punto donde verdaderamente su cuerpo se relajaba, cuando incluso el sueño lo atacaba, y no quería hacer nada, se sentía tan tranquilo; se dejó llevar sus pensamientos mientras movía su miembro con rapidez, solo podía pensar en Madara, incluso últimamente cuando estaba en clases, no podía dejar de pensar en él, sentía que estaba enfermo de amor, de deseo, de un cariño inmenso que sentía cuando Madara se le acercaba, y es que sentía que no era justo, pero aun así, él no había querido decirle nada, porque no podía pensar en que un hombre como ese se interese en un tonto y pobretón como lo era el, y encima con un hijo de por medio. Sus manos se detuvieron al sentir la relajación azotar su cuerpo, su semen recorrió su mano, y caía gota a gota en el agua de la tina que estaba totalmente llena, su erección fue cediendo, y todo volvió a la normalidad, Minato escucho como alguien abría la puerta y supuso que debía ser Madara.

Amor letalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora