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Roma, Italia

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Roma, Italia

Cuando el avión aterrizó en el hangar privado que tenía Tiziano a las afueras de Roma por la mañana del lunes, él fue el que llevó la maleta y el bolso personal de Génesis mientras que ella sostenía a Stefano en brazos. Apenas el hombre se despidió del capitán y la azafata, fue hacia su auto que estaba estacionado dentro del hangar y le abrió la puerta trasera a la muchacha para que entrara con el niño.

Unos cinco minutos luego, Tiziano estaba conduciendo rumbo a su casa y mientras lo hacía, intentaba darle una conversación a Génesis también.

―¿Tienes problema en que empieces a partir de hoy a cuidar de Stefano?

―¿Hoy quieres ir a trabajar?

―Es lo que había pensado pero no sé lo que piensas tú.

―No me pidas una opinión a mí porque tú me contrataste para cuidar al niño, no puedo decirte algo sobre eso. Si quieres ir a trabajar hoy, hazlo.

―Te lo agradezco.

El viaje hasta la casa había durado más o menos media hora y cuando Tiziano aparcó en la acera de su casa, él bajó del auto. Génesis abrió la puerta y bajó con cuidado ya que tenía al pequeño en brazos, el padre de la criatura tomó en una de sus manos la butaca del bebé y cerró la puerta.

―Bienvenida a mi casa ―respondió él abriendo la puerta y dejándola pasar primero.

―Muchas gracias. Es preciosa ―le dijo ella, mirando los alrededores.

―Gracias, me alegro que te guste.

Tiziano dejó unos momentos a solas a Génesis con su hijo para poder entrar las dos maletas, de él y ella y el bolso personal de la muchacha para después cerrar la puerta de entrada.

―No te preocupes por mis cosas, luego las llevaré donde me digas.

―Ven conmigo que te mostraré donde dormirás pero deja a Stefano en su huevito. No pasará nada que lo dejemos un par de minutos solo.

―¿Estás seguro? ―le preguntó ella con dudas.

―Sí, no te preocupes.

Génesis siguió detrás a Tiziano y caminaron a la recámara que estaba de frente a ellos.

―Tu habitación a partir de hoy, espero que te guste ―le contestó abriendo la puerta y entrando para dejar las pertenencias de la joven. La maleta en un costado y el bolso personal sobre la cama.

―Me encanta, gracias. Y es espaciosa, me gusta más, la que tengo en Buenos Aires es bastante pequeña.

―Me alegro que sea de tu agrado, ponte cómoda y luego baja.

Cuando la joven bajó a los quince minutos, lo miró preparar algunas cosas en la cocina.

―¿Desayunas conmigo? ―le preguntó mirándola.

―Si no tienes inconveniente, yo tampoco.

―Para nada, ¿sueles desayunar algo en especial?

Génesis frunció el ceño cuando le preguntó aquello.

―Pues no sé cómo es el desayuno italiano, así que lo que hagas lo comeré igual.

―De acuerdo.

Una hora después del desayuno, Tiziano bajó luego de ducharse y listo para irse a trabajar. Génesis lo miró aún más con atención y se le secó la garganta. No llevaba nada formal, solo un pantalón de mezclilla con un cinturón negro, una camisa blanca con los dos primeros botones desprendidos y chaleco negro con zapatos y sin embargo se lo veía realmente bien.

―Tiziano, ¿tienes algún problema que me prepare algo de comer durante el día?

―Para nada, ni me lo tienes que preguntar, haz de cuenta que estás en tu casa, prepárate lo que quieras, no me molesta en lo absoluto.

―Te lo agradezco de verdad.

―En fin, me iré. Cualquier cosa me llamas.

―Que te vaya bien y no te preocupes, espero no tener que recurrir a ti.

―Gracias, nos vemos a la tarde.

Apenas Tiziano se retiró de la casa, ella se sentó con Stefano para sujetarlo luego y hacerlo dormir un buen rato. Durante todo lo que restó del día, ella se la pasó con el pequeño para darle biberones, cambiarle pañales y hacerlo dormir.

Alrededor de las seis de la tarde, el hombre llegó a la casa.

―Hola Tiziano.

―Hola Génesis, ¿cómo te fue el día?

―Bastante bien, Stefano se portó de maravillas, me sorprendió lo tranquilo que es.

―Es demasiado tranquilo ―le contestó dándole un beso en la frente.

―¿Quieres un café? ―le preguntó ella.

―De acuerdo ―le respondió mirándola a los ojos.

Tiziano se lavó las manos y tomó en brazos a su hijo mientras Génesis calentaba el café y luego le sirvió una taza. Se lo agradeció y caminó hacia el sillón para sentarse con su hijo en brazos.

Génesis no sabía que hacer y mientras él estaba con su hijo, prefirió retirarse al cuarto y ver si podía acomodar algo de su ropa y enviar algún correo a la facultad.

―Creo que subiré al cuarto para acomodar algunas cosas y ver algunas cosas de la facultad.

―Haz tranquila las cosas.

―Gracias.

La muchacha subió al cuarto y cerró la puerta para hacer lo necesario con tranquilidad. A lo largo de la noche, cenaron algo ligero y rápido y cada uno entró a su recámara para dormir.

―¿Quieres dármelo para que puedas dormir tranquilo? ―le preguntó ella.

―No te preocupes, mañana comienzas a tenerlo por las noches tú, hoy déjalo conmigo, debes de estar demasiado cansada y tienes que dormir bien.

―Estoy cansada pero tengo que cuidarlo porque soy su niñera.

―Lo sé pero empezarás oficialmente mañana.

―Está bien. Gracias, buenas noches.

―Duerme bien y descansa. Buenas noches.

Génesis entró al cuarto y cerró la puerta, se desvistió y se colocó el camisón, en pocos minutos se preparó para irse a dormir y así lo hizo. Se arropó, apoyó la cabeza en la almohada y mientras miraba el ventanal que tenía a los pies de la cama, se iba quedando un poco más dormida.

 Se arropó, apoyó la cabeza en la almohada y mientras miraba el ventanal que tenía a los pies de la cama, se iba quedando un poco más dormida

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De Margaritas y Un Amor italiano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora