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Dos horas después, los tres volvieron a la casa para preparar algo para almorzar

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Dos horas después, los tres volvieron a la casa para preparar algo para almorzar. Tiziano no le había mostrado nada de la ciudad puesto que iban directo hacia el mercado más cercano y popular para comprar las provisiones.

―¿Se puede usar todo o hay que lavar las cosas primero? ―le preguntó ante la duda.

―Se puede usar todo, la esposa del señor que cuida la casa, lavó todo lo de la cocina y la misma también.

―De acuerdo. ¿Preparo algo para almorzar mientras estás un rato con Stefano o prefieres al revés? ―inquirió sugiriéndoselo.

―Está bien, lo llevaré para que esté un poco al aire libre ―dijo tomándolo en sus brazos y saliendo hacia el patio trasero.

Mientras Génesis se dedicó a preparar algo para almorzar, miraba también la manera en cómo su padre jugaba con su niño, dándole besos, caricias y haciéndolo reír. La escena le enterneció más y supo que jamás iba a formar parte de aquellos dos hombres.

Había hecho algo rápido y fresco, algunos sándwiches y preparó una limonada casera con bastante hielo que había encontrado en la nevera del refrigerador. Una vez que hubo tenido listo aquello, le preparó el biberón a Stefano para que comiera junto con ellos también.

Llevó todo dentro de una bandeja y la dejó sobre la mesa. Tiziano cuando la vio allí, se levantó junto con el bebé en brazos y caminó hacia ella para después sentarse a la cabecera de la mesa.

―Como es algo tarde ya, decidí preparar unos sándwiches y limonada ―le comentó mientras ponía el plato, los vasos y la jarra con limonada sobre la mesa, junto con servilletas de tela y cuchillos por si quería cortar los emparedados.

―¿Has hecho limonada casera? ―preguntó sorprendido.

―Sí, encontré una cubetera en la nevera y lo demás fue lo que compramos ―le dijo sirviéndole dentro del vaso.

―Me encanta la limonada en verano, si es casera mejor ―le respondió con entusiasmo por probarla.

―¿De verdad? ―inquirió sorprendida.

―Sí ―confesó bebiendo un gran sorbo con placer―. Te ha salido riquísima.

―Gracias ―le contestó con una sonrisa―. A Alejo le gusta mucho de la forma en cómo la preparo.

―Y a mí también.

Tiziano mordió un buen pedazo del sándwich y masticó con deleite.

―Parece que tienes hambre ―acotó bebiendo un sorbo de la limonada.

―¿Tú no? ―preguntó con asombro y mirándola a la cara.

―Sí, también. Ahora mismo comeré un emparedado pero primero le daré el biberón a Stefano.

Acomodó al bebé bien en sus brazos y le dio la leche. El silencio se volvió a incorporar entre los dos, hasta que fue el hombre que habló de nuevo.

De Margaritas y Un Amor italiano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora