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Génesis tardó en total casi dos horas en vestir a Stefano y cambiarse ella

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Génesis tardó en total casi dos horas en vestir a Stefano y cambiarse ella. No sabía si desde tan temprano debía ponerse el traje de baño pero lo hizo igual y encima se puso un short y un top suelto haciendo juego. Salieron del cuarto y vio la luz de la cocina encendida y a Tiziano sentado en una de las sillas del patio bebiendo un poco de limonada.

―Buenos días ―le emitió la joven y dándole a su hijo en brazos.

―Hola Génesis, ¿cómo dormiste? ―preguntó con curiosidad.

―Muy bien, aunque desde las seis estamos despiertos, el señorito no se durmió más ―le dijo mientras le apretaba con delicadeza la punta de la naricita al niño―. Creo que está ansioso por ver a sus familiares.

―Puede ser ―contestó el hombre dándole un beso en la frente.

―¿Lo que se escucha es el ruido del mar? ―preguntó con intriga y asombro a la misma vez.

―Sí, amaneció bravío, quizá para el mediodía o más tarde, se calme y puedan disfrutar de la playa y sino lo harán en la piscina.

―A veces es mejor la piscina, puedes nadar sin problemas ―contestó mirando el horizonte.

―¿Sabes nadar? ―le inquirió con curiosidad.

―Alejo me enseñó.

La tranquilidad que se respiraba allí era relajante y Génesis disfrutó viendo el océano y de la compañía de Tiziano junto con el niño también. Se sentía un poco parte de la familia aunque nunca lo sería y eso de algún modo la entristeció.

―¿Podrás hacer más limonada para el almuerzo de hoy? ―interpeló él mirándola a los ojos.

―Sí, claro ―le dijo asintiendo con la cabeza también―, enseguida vuelvo, voy a arreglar la cama, ¿quieres que acomode la tuya? ―le inquirió entre dudosa e incómoda por atreverse a decirle aquella pregunta.

―Ya la hice, gracias ―le contestó.

Génesis entró a la casa y se dirigió al cuarto para arreglar la cama y un par de cosas más pero lo que en verdad le pasaba por la mente era lo que había terminado por decirle a Tiziano sobre el estar enamorada cuando tuvieron aquella conversación que sintió que fue más una metida de pata que otra cosa, porque ella no tenía intenciones de decirle nada, ni directa ni indirectamente sobre lo que en verdad sentía por él. Marcó el número de Alejo aunque sabía que iba a despertarlo.

De la otra línea, se escuchó una voz masculina muy ronca.

―Hola Alejo, ¿cómo estás? Te pido disculpas por despertarte ―le contestó con pena y mordiéndose una uña.

―Hola Génesis, adormilado pero bien, ¿y tú? ―le dijo con una sonrisa.

―Bien, a punto de desayunar o eso creo ―habló con una risita nerviosa―, te llamaba porque quería hablar contigo ―le respondió con firmeza.

De Margaritas y Un Amor italiano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora