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Quince días habían pasado desde que Génesis se instaló en la casa de Tiziano para cuidar a Stefano y aunque la convivencia era bastante buena, no faltaban las palabras de la lengua afilada de la joven por las actitudes algo raritas del italiano, s...

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Quince días habían pasado desde que Génesis se instaló en la casa de Tiziano para cuidar a Stefano y aunque la convivencia era bastante buena, no faltaban las palabras de la lengua afilada de la joven por las actitudes algo raritas del italiano, sobre todo, las noches de los fines de semana.

Pero aunque le molestaran en cierta forma, no podía ni hacer ni decirle tantas cosas porque ella era solamente la niñera de su hijo y nada más.

Un sábado por la tarde, aparecieron en la casa de Tiziano sus padres para visitar a su nieto. Éste se sorprendió al verlos y Génesis aunque se encontraba algo nerviosa por ser la primera vez que los conocía, sonrió por dentro porque si se quedaban a cenar, él no iba a poder salir como lo habría querido.

―Al fin te conozco Génesis ―le dijo la mujer de mediana edad―, me alegra mucho saber que mi nieto está en muy buenas manos, Brunella me contó de ti y que eras muy simpática. Creo que mejor jovencita, mi hijo no pudo haber elegido para que cuide de Stefano ―comentó con sinceridad, dándole un beso en cada mejilla y abrazándola también.

―Muchas gracias, señora.

―Por favor, llámame Giulietta.

―De acuerdo, Giulietta.

―Veo que te defiendes bastante bien con el italiano. Estupendo ―le dijo con una sonrisa.

―Mi primo me enseñó bastante. Trato de hablarlo y entenderlo, aunque me cuesta un poco.

―Si se te dificulta un poco, mi marido y yo podemos hablar español.

―No te preocupes, si no entiendo algo, les preguntaré ―le contestó con una sonrisa también.

Fue el turno del padre de Tiziano acercarse a la joven y saludarla. Al igual que su esposa, le pidió que lo llamara por su nombre también. Simplemente Costantino. Entre charlas, cafés y cosas dulces, biberones para el bebé, cambio de pañal y siestas entre los brazos de sus abuelos, se hicieron las ocho de la noche y fue la joven que se atrevió a invitarlos a cenar. Tiziano se la quedó mirando con mucha atención pero no dijo nada al respecto.

―Quédense, no hay problema ―les dijo su hijo.

―Si no molestamos, está bien por nosotros ―acotó su madre.

―Para nada, mamá.

Tres horas después, los padres de Tiziano se retiraron de la casa y él cerró la puerta, cuando ambos quedaron a solas, el hombre miró con demasiado detenimiento a Génesis.

―¿Por qué me miras así? ―le preguntó haciéndose la tonta, porque sabía bien el porqué él la miraba así.

―¿Cómo te atreviste a invitarlos a cenar?

―Me pareció lo más lógico más sabiendo que eran las ocho de la noche, pero tú no estás así por mi atrevimiento, tú estás así porque tuviste una pena que no pudiste salir como habrías querido ―le dijo ella con sorna.

De Margaritas y Un Amor italiano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora