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A la mañana siguiente cuando ya habían terminado de desayunar, Génesis le preguntó a su primo si quería acompañarlos a ver iglesias, no quería quedarse a solas con Tiziano y menos de la manera en cómo habían terminado la noche anterior

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A la mañana siguiente cuando ya habían terminado de desayunar, Génesis le preguntó a su primo si quería acompañarlos a ver iglesias, no quería quedarse a solas con Tiziano y menos de la manera en cómo habían terminado la noche anterior. Pero el padre del niño sin que ella se diera cuenta le negó con la cabeza a su amigo.

―Te lo agradezco pero quiero llamar a mis padres y de paso iré a recorrar la ciudad.

―Me podrías esperar a mí para recorrer la ciudad ―dijo indignada.

―Se lo puedes pedir a Tiziano ―respondió sin vueltas.

―Tiene un asunto femenino que atender ―acotó picando más al susodicho.

―Sigue hablando, no sabes la que te espera ―le comentó riéndose con burla.

―Bueno, iré arriba para hablar con ellos. Que la pasen lindo, hasta pronto ―les contestó y le dio un beso en la mejilla al bebé.

Casi quince minutos después estaban dentro del auto, los dos ni siquiera hablaban mientras que Stefano tenía un peluche sonajero.

―¿Cuántas iglesias hay?

―Muchas. Pero recorreremos las principales de la ciudad y quizá alguna un poco más alejada.

―De acuerdo.

―Génesis, ¿te gustaría ir a cenar alguna noche? ―le preguntó el italiano sin ponerse nervioso pero con algo de incomodidad también.

La muchacha se quedó sorprendida pero luego comprendió que quizá iban a ir los tres y se calmó un poco, por lo que le dijo que sí. Todo lo que tuvieron que hacer les llevó casi todo el día y llegaron cansados a la casa, sobre todo Stefano, quien se durmió en los brazos de Génesis luego de tomar un biberón con leche.

Cuando entraron a la casa, Alejo los estaba esperando con la cena, ambos se lo agradecieron y Génesis llevó al bebé al carrito para que durmiera tranquilo mientras ellos cenaban.

Cinco días habían sido de pura organización e invitaciones para el pronto bautismo del pequeño, el padre y ella le habían elegido una preciosa iglesia que quedaba casi a las afueras de la ciudad de Roma. Los primeros días del mes de octubre, Tiziano, Alejo y el bebé ya vestidos, estaban esperando a Génesis que bajara del cuarto.

Améndola se la quedaba mirando a medida que bajaba las escaleras y Alejo le metió un codazo simulado de costado.

―Vaya vaya, miren a los tres muñequitos de pastel que tengo frente a mis ojos.

―Estás preciosa Génesis ―le dijo su primo.

―Gracias Alejo ―le contestó regalándole una sonrisa.

La ceremonia del bautismo de Stefano duró no menos de media hora y a medida que Génesis sacaba fotos, se le ponían vidriosos los ojos también. Sentía cosas y todas se le mezclaban. Cuando salieron de la iglesia, fue una casualidad haberse encontrado Tiziano con la madre del pequeño, quien estaba con otra familia pero de invitada y a punto de entrar a la iglesia para otro bautismo.

De Margaritas y Un Amor italiano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora