Capítulo 5

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      Vuelvo a casa, son aproximadamente las ocho de la noche. Y aún así no hay nadie por donde vivo, y me toca pedalear asustada, y en alerta.

    Pero mi campo de visión cambia a un escenario muy distinto a la realidad. El cuál conocía a la perfección.

Los pastizales y árboles que apenas comenzaban desde la esquina desaparecieron, se convirtieron en tiendas, casas, todo abandonado.

    El oscuro cielo era ahora de un color gris, con niebla, y caían cenizas del cielo.

— ¡M-Mierda! —mi corazón se acelera como nunca, y casi choco contra un árbol. Pero todo desaparece por unos segundos y vuelve al escenario anterior.

    Todo era tan confuso, no sabia que creer, ¿me estoy volviendo loca?.

    Ya no veo mi casa, en su lugar veo más y más tiendas abandonadas. Hasta que mis pies dejan de tocar el suelo, caigo estrepitosamente por lo que parecen ser unas escaleras, quedando en completa oscuridad ahora.  Y una alarma empieza a sonar, entro en pánico. Todo me traía malos recuerdos. Era mi peor miedo. La pintura de las paredes caen en pequeños pedazos y todo toma un color más viejo que antes.

— Joder, joder, joder —susurro levantándome con rapidez.

    Y lo recuerdo, de mi bolsillo saco una pequeña linterna de juguete y la enciendo. Esto es tan irreal que es espeluznante.

— ¿Hola?.

     Continúo caminando, pero la salida parece haber desaparecido. Llego a un alambrado, y veo lo que menos quería, una especie de cuerpo deforme.

   Tal cual la película que Henry hizo que viera con tan solo cinco años y me traumó. Donde al caer la "noche" estas a merced de miles de monstruos.

— ¡Ah! —una mano con un aspecto seco, y lastimado toca mi hombro.

     Pequeños cuerpos deformes, que emitían llantos horribles peores a los de un bebé, se acercan a mí. Otra vez siento como el corazón se me saldrá del pecho, entro en desesperación, corro en busca de una salida pero terminan por alcanzarme. Me ensordecen, me aturden, pierdo la noción de todo.

   Y ya no se que es real. El payaso se abre paso entre las criaturas y se esfuman.

— ¡Vas a flotar!

[...]

— L-Luego desaparecieron, y vi al payaso —termino de contar— Justo después de verlos a ustedes, de camino a casa.

— ¿Eran como leprosos? —pregunta un horrorizado Eddie.

— Algo así, pero pequeños y... No siquiera tenían rostro.

— Y-ya v-veo —susurra el líder del grupo— Eso se esta apoderando de nosotros.

— Se alimenta de nuestro miedo.

— ¿Y no están cansados de sentirlo? ¡Yo estoy harto! Somos niños, debemos divertirnos, ¿no? —Stan se levanta del césped para mirarnos.

— S-Si, como Georgie debería estar en este momento —dice Bill enfrentándose— Pero N-no esta, porque E-Eso lo tiene en las alcantarillas.

— Chicos, ya —Eddie se levanta, agita di inhalador y lo utiliza— ¡No peleen!

— Es verano, hagamos algo divertido. Al menos hoy —apoya Richie.

— Luego seguiremos con el plan —digo.

    Bill me sonríe, quería que él tenga mi apoyo, y así iba a ser. Yo, en su lugar, no podría dejar de pensar en mi hermano desaparecido, y nadie haría lo contrario creo. Sé lo que se siente.

     Siento como alguien toma mi mano, es Mike, su rostro serio cambia cuando le sonrío, a la vez que los perdedores siguen hablando.

— Hagamos un picnic —todos miran raro a Ben— ¿Que? Sólo digo.

— Chicos, es una buena idea —apoyo— Sólo... necesitamos comida, y un buen lugar. Será divertido.

— ¡Más divertido que estar con la mamá de Eddie! —Richie extiende su mano, y chocamos los cinco.

[...]

— Lleven todo lo que quieran, excepto las galletas, son de mi mamá —nos indica el pequeño Edds.

    Abro la alacena, encuentro miles de pastillas en frascos. Richie se asoma sonriente.

— ¿Estos son tus anticonceptivos, Eddie?.

— Sí, los guardo para tu hermana —él rueda los ojos— Son cosas privadas.

     Bill, Stan y yo llenamos una mochila con comida, y algunos refrescos.

— ¿A dónde van con tanta prisa? —nos detenemos a medio corredor por la señora Kaspbrak.

— E-Eh... E-es que... —Bill se pone nervioso.

     El de gafas se acerca y le da un golpe no tan suave en el hombro.

— Bill tiene un nuevo juego de croquet en su jardín —excusa rápidamente— Oye, ¡escupelo, Bi-Bi-Bill!

— Eddie, no te sientes en el césped, mucho menos si esta recién cortado. Empeora tus alergias —lo señala— ¿No se te olvida algo?.

    Eddie maldice por lo bajo, se acerca a su madre y deja un beso sobre su mejilla.

— ¿Quiere que también le de uno, señora K? —Richie se ofrece entre risas.

— ¡No! ¡No! —el castaño se lo lleva a rastras— Lo siento, mami.

    Entre risas salimos de la casa de Eddie, encontrándonos con Mike y Ben cuidando de las bicicletas.

— ¿Está pesada? Deja que la lleve por ti —Mike quita con cuidado la mochila de mis hombros.

— Qué caballero eres, Mike —dice Richie con voz coqueta— ¿Puedes llevar la mía también?.

— Piérdete, Tozier —le digo en broma.

— Creí que teníamos algo especial.

     Los tres reímos, luego él se va con los demás a hablar de no se que.

— Gracias —Agradezco finalmente.

— No es nada —dice Mike— Espero que esta tarde la pases bien.

— Si estás tú, créeme que la pasaré genial —nos sonreímos.

     El moreno y yo nos acercamos un poco más y nos abrazamos por unos segundos.

— Ahora vamos, estoy emocionado, es el primer picnic que tendré en mi vida —se escucha emocionado.

    Sonríe demasiado, e incluso puedo notar ligeros brincos en su lugar. Era una imagen muy tierna.

— Entonces haré que disfrutes de este picnic.

— No, yo haré que olvides lo que sucedió ayer, seré yo quien te hará reír —con su dedo pellizca mis costillas, haciéndome reír.

— ¡Eres un lindo!








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