—¡Es fantástico!—exclamo.
—No tanto cuando lo conoces bien—Mike rie.
—¡No arruines mi emoción!.
Corro de un lado a otro, admirando todo, era grandioso a decir verdad. Todo me resultaba interesante.
Su mano toma la mía, haciendo que tome calor en mi rostro.
—Primero que nada, desayunemos juntos—dice Mike con una sonrisa, llevándome hacia su casa.
—Aww, ¡como las parejas!—exclamo, haciendo que el se ponga nervioso.
—A-Ah si, si tú quieres—rasca su nuca nervioso—Me gustaría.
—A mi también.
Me acerco un poco a él y beso fugazmente su mejilla.
—Te quiero mucho, ¿lo sabias?—Mike me mira sonriente.
—¿Sabes? ¿Quién no me ama?—presumo yo, él me empuja sin rudeza
—Es broma, yo también te quiero mucho, Michael.Entre broma y broma vamos hacia la cocina, donde preparamos café con tostadas y mermelada.
—Esto es vida—dice Mike.—Dios, primero traga—le reclamo entre risas.
—Bien, bien, lo siento—ríe.
—Y sí, esto es vida—suspiro—Es tan lindo, y tranquilo.
—Concuerdo contigo—dice sonriente mientras me mira alegre—No puedo pedir nada más, es relajante, y más al estar contigo.
—Veo que hoy estas muy romántico, ¿no?—pregunto, él comienza a reír y baja la cabeza—Siempre lo dije, todo es mejor si estoy contigo.
—Y tú también.
—Bueno, Mike, tú sacas este lado de mí—me encogí de hombros.
Continuamos el desayuno en tranquilidad, de vez en cuando hablábamos, el momento fue tranquilo, pero lo que lo hacía mejor era que solo estábamos nosotros dos y nadie más.
Todo de aquí me parecía interesante, era un lugar tan pacífico, más tranquilo que por dónde vivía yo.
—Ahora, ¿quieres un recorrido?—yo asiento con la cabeza—Comencemos por mi casa.
Subimos al segundo piso, donde estaba el cuarto de sus abuelos, una pequeña librería, y su cuarto.
El último tenía un toque de Mike, tal cual me lo había imaginado camino aquí. Con un montón de cómics, pósters de video juegos, una consola, y unos banderines de béisbol.
—¿De que tratan estos cómics?—le pregunto, mientras tomo uno y lo abro, entonces un montón de fotos salen de ahí.
—A-Ahm...Es sobre zombies—intenta quitármelo, pero se lo impido—Oh vamos, dame eso, es vergonzoso.
Aquel día en el lago Mike había tomado muchas fotos, incluso cuando nos atacaron las sanguijuelas.
En una estaba yo, con la espalda descubierta y con más de cinco sanguijuelas ahí, y Stan intentaba quitármelas. Comienzo a reír al recordar el momento.
—¡Diablos! Debes hacer todo un álbum con fotos donde hagamos idioteces y lo llenarías en una semana.
—¿Una semana?—pregunta Mike—Yo diría dos días.
Comenzamos a reir a la vez que pasamos foto por foto, todas tomadas en la cantera, en el parque o en el cine.
—Esto es genial—susurro, mientras seco unas lágrimas de mis mejillas—He llorado de la risa.Mike coloca su brazo por mis hombros, y me enseña si cámara.
—¡Oh no! ¡Una foto no!.
—¡Por favor!—exclama riendo—Sólo una y listo.
—Eres jodido a veces—ruedo los ojos.
Mike corre hasta quedar frente a mi, cruzo mis piernas y apoyo mis brazos en ellas, y entre mis manos mi rostro. Hago bizcos, porque sabía que a Mike le resultaba raro.
—¡Listo!.
La foto sale, pero antes el comienza a agitarla y la deja sobre la mesa.
—Ahora quedará como un recuerdo más de mi hermosa novia—presume.
—Qué afortunados somos—río.
Él comienza a acercarse, y yo procedo a hacer igual, hasta que nuestros labios finalmente se unen.
—Te quiero mucho—vuelvo a repetir, acariciando su mejilla.
—Y yo a ti—me susurra, antes de dejar otro beso rápido.
[...]
Luego de un largo, pero buen día, llegué a casa, Henry y sus amigos estaban en la sala jugando video juegos.
—Si te hizo algo dime—lo fulmino con la mirada—Sólo decía.
—Mike no me haría nada malo, idiota. —contradigo.
—Si tú lo dices.
—¿Qué tal te fue, niña?—pregunta Belch.
—¡De maravilla!—voy hacia la nevera y tomo una manzana—Es bueno tener paz de vez en cuando, ya sabes, sin Bowers.
Ellos rien, y puedo asegurar que escuché a Henry hacerlo también.
—En fin, iré a dormir, fue un largo camino hasta aquí.