Capítulo 8

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      Bajamos de nuestras bicicletas, dejándolas junto a la de los demás perdedores.

   Suspiro nerviosa.

— Tranquila —murmura Mike, con tranquilidad.

    Entramos al garaje, donde nos esperaban. Bill coloca la diapositiva del mapa, y el proyector hace que esta se vea en el blanco telón en la pared.

— ¿Es esa? —pregunta Richie.

— S-Si —asiente el tartamudo— En la calle N-Neibolt.

— Ahí es donde Eso vive.

— Las alcantarillas se conectan justo a-ahi —explica Bill señalando la casa.

      Cada palabra que Denbrough decía me ponían los vellos de punta. Al parecer Eddie estaba igual, utiliza su inhalador más de una vez.

    Entonces se levanta y quita el mapa de un tirón.

— ¿Que haces? —pregunta Mike.

— ¡P-Pon ese mapa! —el pequeño niega con la cabeza.

— ¡No! —exclama— ¡S-Somos niños, deberíamos divertirnos! ¡No puedo respirar! ¡Tengo un ataque de asma!.

    De repente, el proyector comienza a pasar miles de fotos de la familia Denbrough. Hasta detenerse en una, la madre de Bill tenía el cabello corrido, poco a poco este se mueve dejando ver la horrorosa cara de Eso.

— ¡Apaga eso! —escucho gritar a mis espaldas.

    Siento unas manos alejarme de aquello, era Mike que procede a patear la mesa que sostiene el aparato.

     Y mi pecho sube y baja por la adrenalina. Hasta que siento que puedo dejar de respirar en cualquier momento.  El payaso sale de la pantalla, pero ahora tenía un tamaño bastante grande.

— ¡Ah!

       Mike me lleva con el a uno de los rincones, con los demás perdedores, pero el payaso se acerca, y todos comienzan a retroceder chocando entre ellos y caen al suelo.

— ¡Maldición!.

    Pero la luz entra al garaje. Habían abierto la puerta. Pero el susto sigue ahí.

— ¡____! —los brazos de Mike me rodean los hombros— ¿Estas bien?.

— Si, solo me asusté —respondo, intento controlar mi respiración— ¿Y tú?.

— Bien —besa mi mejilla— Ahora que sé que estas bien.

      Lo último lo susurró, supongo para que yo no lo escuche. Pero me dio una alegría inmensa.

— ¡Ahora E-Eso sabe donde estamos! —dice Ben asustado.

— Siempre lo supo —dice Bill.

— ¡Olvidemos esto! ¿Bien? ¡Es verano, tenemos que divertirnos! —grita un Stan enojado.

— En c-cuánto digas verano u-una vez más... —calla sus palabras— No hace falta que m-me acompañen.

     El se da vuelta, comienza a correr hacia su bicicleta.

— ¡Bill! ¿¡A dónde vas?! —le grita Richie— ¡Regresa!.

    Todos corren detrás de él, quedamos Mike y yo. Ahora si estaba indecisa.

— Hay que ir —dice el.

— L-Lo sé.

— Esto es poner nuestra vida en peligro, creo —ríe desganado— Pero quería hacer algo.

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