Gruñido traicionero

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Amaris estaba confundida, por un momento perdió la noción de lo que había pasado y sus alrededores, solo se quedó contemplando esos expresivos ojos sin decir ni una sola palabra, el chico frente a ella era algo que no había visto jamás, su mirada era tan dulce.... tan profunda...

-Emh *el lobo carraspeó un poco* preciosa, ¡despierta!- La sacudió ligeramente para sacarla del "trance" en el que aparentemente se encontraba. Ella finalmente parpadeó y se recobró...al menos parcialmente.

-Yo... es que... lo que acaba de pasar... tu...e...eras un lobo y... y...- Simplemente no conseguía articular una frase completa si tartamudear. Se agarraba el cabello y lo peinaba en sus dedos con nerviosismo.

-¡Eh! ¡tranquila!, pongamos tus ideas en orden...primero; si, soy un hombre lobo, no estás alucinando y no pienso hacerte daño, confía en mí.- Tomó las manos de la chica y las apretó ligeramente para calmarla. -Segundo; estaba tan asombrado por lo que hiciste que olvidé esconderme al transformarme para evitarte la vergüenza, olvidé que ustedes las hembras humanas son reservadas y no desean ver machos descubiertos, jejeje.- Hablaba con tanta naturalidad, soltó las manos de caperucita y colocó sus brazos detrás de su cabeza de forma relajada.

Entonces Amaris vio la sangre que escurría de uno de los brazos del lobo, la lesión que recibió del disparo... ¡La había olvidado por completo! -¡Tu herida!, aún está sangrando.- Dijo la chica mientras ponía una expresión de preocupación y se estiraba para tomar el brazo lastimado y ponerlo frente a ella, la examinó con cuidado, era algo profunda.

El lobo no se quejó, parecía que ni siquiera le dolía, contemplaba a la chica con las orejas levantadas alertas, un gesto de diversión y una media sonrisa adornando su rostro.

-Eres curiosa...- Dijo finalmente alzando las cejas y acercando un poco su rostro al de la joven. -Estás más preocupada por mi sangrado que por mi salvaje naturaleza, otra hembra habría salido corriendo o se hubiera desmayado de la impresión.-

-Si quisieras hacerme daño, yo ya no estaría viva... en lugar de eso, me salvaste.- Mientras ella hablaba tomó el cuchillo y con él, rasgó un trozo de su vestido a fin de hacer una venda para contener la hemorragia. -Incluso te tomaste la molestia de hablar conmigo.- Terminó de quitar el trozo inferior de su vestido. -Ahora, ¿hay algún río o riachuelo cerca? hay que lavar tu herida.-

El lobo se levantó, era alto, extendió su mano a la joven para ayudarla a levantarse, que sin dudar la tomó, recogió la cesta y como cegada siguió al extraño lobo lejos del sendero olvidando que habían quedado tirados los cuerpos de aquellos horribles sujetos sobre un charco de sangre.

-Por cierto, no nos hemos presentado... mi nombre es Karan.- El lobo la miraba de reojo.

-(¿Karan?...Karan, Karan... ese nombre... me resulta algo familiar... ¿pero qué estoy piensando? quizás estoy alucinando, déjate de tonterías y preséntate.) Es muy bonito, Karan... yo soy Amaris.-

-Un gusto preciosa.- Volteó a verla ligeramente con una leve sonrisa. La chica se ruborizó, al sentir el calor en sus mejillas sacudió la cabeza confundida y respiró profundo para intentar calmarse.

Caminaron un rato, hasta llegar a la orilla de un río, las aguas eran tan cristalinas que dejaban ver perfectamente a los coloridos peces que vivían en su interior, del otro lado se podía observar un claro lleno de flores silvestres y algunos conejos asomándose de sus madrigueras.

Karan movía la cola algo inquieto, sus orejas estaban levantadas y alertas, su sonrisa había desaparecido y miraba fijamente los rabitos de algodón que brincaban despreocupadamente de un lado a otro, el pobre se relamía la boca.

-¿Am...Karan?, ¿te encuentras bien?- Preguntó la chica, que sentía la tensión en el brazo de éste y que no tenía nada que ver con el agua fresca que acababa de derramar sobre la herida. Un gruñido de estómago contestó su interrogante, tenía hambre.

Una Historia De Caperucita, El Lobo Y El CazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora