Derríbame si puedes

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-Hijos, ¿creen que podrían salir a recoger más fresas? Karan ha tenido un apetito especialmente voraz, la mermelada que hiciste ayer en la noche no sobrevivió para ver la luz del día...- La abuela le dirigió una mirada a su nieta y se reía mientras agitaba un frasco vacío en su mano, Karan bajó la mirada algo avergonzado... en la cena le fue imposible contenerse y acabó con todo lo que preparó su amiga. Amaris también se reía mientras le daba unas palmaditas en el hombro para consolarlo.

-Perdón... parece que tengo un grave problema con los dulces...-

-Me di cuenta de eso desde la primera vez que probaste el pan que le traía a mi abuelita, pero no te preocupes, la verdad da gusto que disfrutes de lo que hacemos.- Le dedicó una mirada de ternura.

-Es cierto hijo, cuando una prepara de comer da una enorme satisfacción ver que los demás lo gocen, solo espero que no pierdas la línea por la falta de ejercicio y exceso de carbohidratos.- Comentó la abuela.

Caperucita lo observó detenidamente, esa última parte no la había contemplado, el lobo había estado comiendo como un bendito sin hacer la misma cantidad de ejercicio a la que estaba acostumbrado. Pero Karan sin inmutarse le contestó a la abuela: -No se preocupe, la verdad estoy comiendo poco comparado con la dieta que suelo llevar, mi metabolismo se ajusta según las circunstancias.-

Eso le brindo alivio a la chica que se acercó a su abuela para recoger la canasta de siempre y salir de nueva cuenta al bosque, Karan ya estaba listo esperando por ella en la puerta con su habitual encantadora sonrisa. Caperucita se colocó su capa, se despidieron de la abuela y salieron.

Caminaron unas casas más adelante para recorrer otra parte del bosque en busca de fresas maduras, Karan le indicó una ruta prometedora  y sin vacilar Amaris lo siguió. 

-Según yo comes bastante, no quiero imaginarme cuánto es lo normal para ti.- Lo miró de reojo intrigada. 

-Preciosa, tengo que atascarme cuando tengo la oportunidad, pueden pasar varios días sin lograr atrapar una presa decente... los conejos solo tapan muelas.-

Amaris se reía recordando el día que lo vio babeando por los rabitos de algodón y no pudo evitar hacerle el comentario: -Pues el día que te conocí te veías muy interesado en los tapa muelas.- 

Karan se le acercó sonriendo y le dijo: -Aaah chica lista, me diste.- 

Continuaron con las bromas hasta que sin darse cuenta ya se encontraban bastante lejos del pueblo, pero como el bosque ya no estaba tan húmedo a Karan le estaba costando más trabajo localizar los arbustos. El lobo optó por transformarse un rato y terminar el encargo pero Amaris no estaba segura de si esa era una buena idea, alguien que estuviera por los alrededores podría verlo. Al final optaron por que se subiera a un árbol como medida de seguridad, esa estrategia ya le había funcionado. 

Se trepó acomodándose entre las ramas, cerró los ojos y se concentró, un leve brillo dejó al descubierto sus orejas, las uñas dieron paso a las garras, la cola hizo su aparición aunque permanecía parcialmente atrapada dentro del pantalón, cuando abrió los ojos se podía notar la pupila un poco más alargada y al sonreír sus colmillos eran más visibles. Amaris lo contempló contenta, extrañaba ese aspecto de él... discretamente le preguntó si había alguien cerca, el lobo negó la presencia de algún humano.

-Aaaah que diferencia.- Le dijo mientras se estiraba echando las orejas hacia atrás. -Bueno, ya sé dónde está lo que veníamos a buscar... por cierto, crees que a tu abuela le apetezca preparar estofado de tapa muelas?- Le preguntó repentinamente divertido.

-¿Cómo dices?- 

-Hay un nido de conejos cerca, si atrapo un par de ellos.. ¿se pueden cocinar como las otras carnes que he probado?- Abrió los ojos ilusionado.

Una Historia De Caperucita, El Lobo Y El CazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora