Keith y Shiro

427 71 75
                                    

Entre todas las cosas extrañas que esperaba que sucedieran, recibir la visita de Lance fue la última de todas.

Éste iba acompañando a Pidge y, tras contemplar las manos unidas de los dos, comprendió que finalmente estaban juntos.

—Quería saber cómo te sentías —dijo Pidge con una sonrisa y una mirada brillosa que delataba la dicha que guardaba en su pecho—. ¿Qué tal va tu recuperación?

Keith sonrió un poco, agradecido por el hecho de que ella siguiera siendo su amiga a pesar de estar saliendo con Lance.

—Poco a poco voy recuperando la sensibilidad en los pies —dijo él—. Tendré que permanecer en el hospital por un tiempo más, pero al menos mis heridas ya se encuentran mejor. Empezaré con la fisioterapia la próxima semana, gracias a lo cual, espero, podré volver a caminar.

—¡Eso es estupendo! —exclamó Pidge—. Debes volver a la escuela después. Hay algo que tienes que ver.

Keith pestañeó consternado, y su mirada pasó a Lance, quien no parecía muy cómodo con la presente situación.

—¿No puedes decirme qué es? —preguntó Keith con el ceño fruncido, y volvió a mirar a Pidge, quien negó con la cabeza.

—Es una sorpresa —dijo ella—, pero sé qué te gustará.

—¿Y es necesario que vaya a la escuela?

—Por supuesto —Pidge cruzó los brazos—. No puedo arrancar la pared y traerla aq---

—¡Shhh! —la calló Lance—. Si le dices al emo greñudo dónde se encuentra, quizás sepa de qué se trata y le arruinarás la sorpresa.

—¡Oops! —Pidge se llevó las manos a la boca—. Es verdad, lo siento —relajó los hombros—. Bueno, siempre y cuando el profesor Shirogane no haya soltado la lengua y se lo haya dicho primero —Tras una breve pausa en la que Keith la observó sin comprender, añadió—: Por cierto, ¿Dónde se encuentra él?

—¿Shiro? Ha ido a la cafetería a buscar más café —dijo Keith.

—Entonces, iré a buscarlo —antes que alguno de los dos fuese capaz de decir algo, Pidge abandonó la sala como un vendaval incontrolable.

Keith fijó la mirada en Lance, quien aún contemplaba la puerta por donde había salido su novia, y luego observó las puntas de los dedos de sus propios pies. La situación era tan incómoda que no sabía qué decir para quebrar el silencio pero, para su sorpresa, no necesitó ser él quien hablara primero.

—Hm, oye... —Lance no lo veía. Tenía los ojos fijos en el suelo y se rascaba la nuca con vergüenza—. Sé que tú y yo no nos llevamos precisamente bien, pero Pidge, Katie, me ha contado lo que hiciste por ella.

Keith parpadeó.

—¿Lo hizo?

Lance suspiró y asintió con la cabeza.

—Debo dejarte algo claro: No me agradas, Keith, nunca lo hiciste y quizás jamás lo hagas, pero... Eso no significa que sea un desagradecido —luchaba contra su propio orgullo para decir todas aquellas cosas, y la misma humillación que probablemente sentía había teñido las puntas de sus orejas de carmín—, pero gracias por todo lo que hiciste por ella, Keith. En serio, viejo.

La perplejidad de Keith fue cada vez en aumento, hasta que ya no fue capaz de ocultar la incredulidad que sentía.

—¿Estás bien, Lance? ¿Te has golpeado la cabeza?

—¡Estoy intentando ser amable, imbécil! —dijo él con una vena palpitando sobre la sien—. Pero (escúchame bien, Keith) ¡Eso no significa que me agradas! ¡Sigues siendo mi enemigo jurado! ¡Y tu cabello sigue siendo una aberración de la naturaleza!

Magnolia [VoltronAwards18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora