Las esperanzas se renuevan

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Por más que Keith negara todas las sospechas que tenía, Pidge se hallaba completamente segura de que él estaba colado por Shiro; al menos la evidencia que tenía al respecto (Y dejando a un lado su nula experiencia en el amor) apuntaba a algo similar. Sin embargo, pese a tener el rostro hecho carmín, Keith negaba con fervor cualquier idea de él enamorado de Shiro.

«Él es como un hermano para mí» aseguró una vez, pero, de todas formas, no logró engañar a Pidge, quien decidió que averiguaría lo que Shiro sentía hacia él pasara lo que pasara.

Por fortuna, su oportunidad no se hallaba lejos.

—¡Profesor! —luego de una de las actividades del club, Pidge se acercó al escritorio tras el que se encontraba Shiro, y lo saludó con una amplia sonrisa—. ¿Puedo pedirle un favor?

Shiro alzó la vista y la enfocó en Pidge.

—Por supuesto, ¿Qué favor?

Ella extrajo de forma apresurada el cuaderno donde se encontraba redactando la novela, y se la tendió.

—Me gustaría conocer su opinión —dijo, y lo depositó sobre la superficie del escritorio—. Keith está ayudándome, pero creo que es mejor que alguien neutral (Alguien que no lo ha leído aún) me diga lo que opine al respecto.

Shiro vaciló, pero acabó tomando el objeto entre los dedos, y vio a Pidge con una sonrisa.

—No hay problema. Te lo entregaré mañana a primera hora —dijo con amabilidad.

—¡Se lo agradezco! —dijo, animada y nerviosa a la vez—. Keith es muy buen instructor, y no dudo de él, pero conocer otras perspectivas siempre es bueno.

La expresión de Shiro se volvió gentil, y la sonrisa que tenía en el rostro reflejó el cariño que sentía por ese chico.

«¿Será?» se preguntó Pidge.

—Lo sé —dijo en voz baja, con ternura en el tono.

Pidge notó que su corazón se aceleraba ante el descubrimiento que estaba realizando. ¿Acaso el profesor estaba...?

—¡Profesor! ¿Puedo hacerle otra pregunta?

—Adelante —dijo Shiro.

Ella vaciló un poco antes de animarse a elaborar la cuestión.

—¿Le gusta alguien?

Los ojos de Shiro se abrieron con sorpresa, y pasaron unos momentos en silencio.

—¿Por qué...? —él pestañeó un poco—. ¿A qué se debe esa pregunta?

Pidge forzó una sonrisa y se rascó la nuca.

—Digamos que... un amigo quiere saberlo.

Shiro se puso de pie y abandonó el escritorio.

—Tu amigo debe saber que no me encuentro a favor de las relaciones entre maestros y alumnos —dijo, y sonrió a Pidge—. Ahora, vamos. Debo cerrar el aula.

«Rayos» pensó Pidge, quien avanzó hacia el exterior, con las manitas aferradas a las correas de la mochila «¡Pero lo averiguaré! ¡Lo juro!»

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Al día siguiente tenía clases de Educación Física con Shiro, pero Pidge se encontraba preocupada más por la forma de extraer la información que necesitaba.

Creía que, pese a la afirmación que Shiro había dado el día anterior, estaba segura de que aún era muy probable que su profesor tuviera sentimientos por Keith. ¡Era muy obvio que los dos se importaban mutuamente! Así que, ¿Por qué no querían admitirlo?

Magnolia [VoltronAwards18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora