Extra: Una historia relatada entre los azahares

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Las risas colmaban el aire. El diálogo entre los invitados se convertía en murmullos y cuchicheos elegantes a favor de la pareja cuyo aniversario era el foco de atención. Todos lucían felices por el éxito del matrimonio de los anfitriones, que lucían tan enamorados como el día de su boda. Sin embargo, no todos se hallaban disfrutando de la velada como deberían.

En los jardines, una hija discutía con su padre respecto a su futuro y las elecciones que había realizado durante el último año.

—¡Ya te lo he dicho, papá! —decía ella— Ser enfermera es mi vocación. Me gusta ayudar a las personas.

—Allura, hija —dijo él con paciencia—. Sé que es tu vocación, pero piensa en el futuro de nuestra empresa. Eres mi única hija, y no puedo dejárselo a nadie más...

Allura chasqueó la lengua con desdén.

—¿Y hay acaso un motivo exacto por el que estamos discutiendo esto en la fiesta de aniversario de tu mejor amigo?

—He oído que su hijo ha vuelto —dijo Alfor con la mano en la barbilla—. Luego de esta fiesta, él recibirá el cargo de CEO de la empresa de sus padres. Lo cierto es que no quiero quedarme atrás, Allura. Zarkon es mi mejor amigo, pero sigue siendo mi rival en este campo.

—Así que yo debo ser tu conejillo de indias y cargar con todo el peso —dijo Allura de forma sarcástica—. Maravilloso, papá. Maravilloso. Me ha quedado claro que lo que menos te interesa es mi felicidad...

Ya harta de esa discusión, Allura le dio la espalda y decidió perderse entre los rosales.

—¡Allura, espera!

Ella no lo escuchó y tampoco miró atrás. Avanzó con lágrimas en los ojos, decepcionada de su propio padre, quien había jurado que siempre le daría su apoyo y ahora lo estaba desechando. Tomó asiento al borde de una fuente y se despojó de los dolorosos tacones. Creyó que sería mejor distraerse con las maravillosas rosas que la estaban rodeando, pero mientras más lo intentaba, más revivía la discusión en su cabeza.

No supo cuánto tiempo pasó, quizás diez minutos, o tal vez media hora, pero el silencio colmado por el llanto de los grillos fue desgarrado por el sonido de unos pasos sobre la grava que conducía hasta la fuente donde ella estaba. Al principio creyó que se trataba de alguna pareja que se había escabullido para un momento de privacidad, pero cuando unos zapatos alcanzaron su campo de visión, ella alzó la vista y halló a una sola persona: Un joven de, quizás, su misma edad, con un par de copas de champán en las manos.

—Espero que no moleste mi presencia, señorita —dijo él con gentileza—, pero cuando oí unos sollozos en el jardín, quise traer algo que pudiera animarla.

Él le tendió una copa, y Allura lo vio con cierto recelo antes de aceptarla. Sin embargo, no bebió.

—¿Tan ruidosa estaba siendo? —preguntó ella con cierta vergüenza.

Él tomó asiento a su lado, pero mantuvo las distancias para no incomodarla.

—Estaba admirando el jardín a solas, cuando escuché la discusión —dijo—. El señor Alfor ha sido bastante duro. ¿Está segura que se encuentra bien?

Allura se encogió de hombros.

—No sabría decirlo —admitió sintiendo un nudo en la garganta—. Mi padre siempre me ha apoyado en todo, pero desde que decidí convertirme en una enfermera, él...

Notó que las lágrimas nublaban su vista, y entonces sintió la mano del joven situarse sobre su hombro de forma cálida.

—No es necesario hablar al respecto si resulta incómodo —dijo él con voz cálida—. Pero si necesita desahogarse, no contenga las lágrimas. El llanto es bueno.

Magnolia [VoltronAwards18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora