Look femenino

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Encontrarse con la señorita Allura un lunes a la mañana frente a la puerta mientras aún tienes el cepillo de dientes en la boca, era algo que Pidge jamás imaginó vivir y, sin embargo, ahí estaba la enfermera, presentando una sonrisa en los labios y una expresión jovial. La sorpresa fue tal, que Pidge casi tragó la espuma.

Por fortuna, tal incidente no sucedió.

—¿Cómo estás, Pidge? —preguntó Allura con un tono que rebosaba amabilidad—. ¿Lista para retornar al colegio?

Pidge elevó el índice pidiendo un momento, tras lo cual corrió al baño, escupió, hizo gárgaras, volvió a escupir y abandonó el cepillo en el lavadero.

—¿Quién es, Katie? —preguntó el profesor Holt desde la cocina, donde se encontraba leyendo el periódico.

—¡Es la señorita Allura! —anunció ella—. No te preocupes, papá. Todo está en orden.

Tras eso, atravesó el vestíbulo y decidió permanecer en el umbral de la puerta.

Allura había observado todo eso con una sonrisa inquebrantable, y cuando Pidge observó algo por el rabillo del ojo, notó que Allura no había ido sola: Un porsche se hallaba estacionado junto a la calzada, y un sujeto de largos cabellos blancos aguardaba recostado a él, con los brazos cruzados y sin despegar los ojos de la enfermera.

—Qu- ¡Qué gran sorpresa, señorita Allura! ¿Qué la trae por aquí? —preguntó Pidge una vez que consiguió retomar el hilo de sus pensamientos.

—He estado pensando... ¿Cómo se encuentra tu pie? —preguntó Allura, dando un rápido vistazo al tobillo de Pidge, el cual aún se encontraba enyesado.

—Duele, pero ya no de forma molesta como al principio —Pidge movió el pie un poco—. Pero no puedo continuar faltando a clases.

—Lo sé —dijo Allura—. Por eso, ¿Por qué no me permites llevarte conmigo? Ir en coche será mucho más seguro que ir en el autobús.

Pidge pestañeó con evidente perplejidad, y es que no podía concebir la razón situada detrás de toda esa amabilidad. No obstante, como no tenía nada que perder, accedió.


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Al contemplar el reloj, notó que todavía faltaba una hora y media para llegar a la escuela.

Preguntándose el motivo por el apuro, Pidge observó con expresión aburrida el paisaje detrás de la ventanilla de los asientos traseros.

«No es mi cumpleaños, así que no lo hace por alguna fiesta sorpresa o algo similar» pensó.

Entonces, al retornar a la realidad, contempló que iban por un camino distinto al que se hallaba acostumbrada para dirigirse a la escuela. Con cierta ansiedad, se inclinó hacia los asientos del frente.

—Un momento, ¿A dónde estamos yendo? —preguntó con el ceño fruncido.

—Quiero hacer algunas compras antes de dirigirnos a la escuela —dijo Allura, haciendo lo posible por ver a Pidge desde el asiento del acompañante.

Pidge dedicó una mirada inquieta al hombre que conducía el vehículo, el cual no había dicho una sola palabra desde que ella subió. De cierta forma se sentía intimidada, y no lograba comprender de todo el motivo tras esa sensación que se agolpaba en su estómago.

—¿Y si pongo un poco de música? —soltó Allura al chófer—. No sería malo aligerar este ambiente.

—Por supuesto —dijo él, y reveló una voz atractiva—. Ya sabes que todo lo mío es tuyo.

Magnolia [VoltronAwards18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora