Capítulo 26

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—Dejen de tocarme par de imbeciles —había pasado un día entero y yo estaba deshidratado, aquí hacia demasiado calor y aveces frió, creo que solo frió en las noches.

Estoy seguro de que estamos algunos metros abajo de tierra, estaba hambriento y cada ciertas horas dormía. Aunque no quería cerrar un solo ojo.

—¡Hijos de perra! —Un hombre no dejaba de gritar allá afuera, no se que le están haciendo pero me asusta. Tal ves lo maten o tal vez vienen para acá.

Después de aquel grito pude escuchar un cuerpo caer, ya había escuchado ese sonido y es irreconocible, es como si un costal de basura se callera. La puerta del lugar se abrió y por allí entraron dos hombres arrastrando un cuerpo, a su paso dejó la marca de sus pies en la capa de tierra que había en el piso.

Yo seguí con mi mirada los movimientos de los dos hombres, altos, musculosos y serios; los dos dejaron al hombre en una esquina del lugar y salieron por la puerta. Regrese con el hombre recién llegado, todas las miradas iban hacia el. Estaba inconsciente y se que al despertar el hará un maldito caos. Conozco la cara de este tipo, jamás la podré olvidar.

Cuerpo ancho, casi dos metros de altura y voz de un fumador, voz gruesa con un carajo. Lo odiaba, todo de él gritaba mátenme de una maldita vez. Lo podría hacer pero estoy demasiado mal para poner un pie y después otro, estoy atado y no puedo moverme por el frío. Y se que ese maldito morirá, no por nada esta haciéndome compañía en este basurero.

—¿Por que lo miras tanto? —pregunta el hombre con el que hablo siempre. El se ganó mi confianza y ahora le contaba mucho de mis problemas.

—Lo odio, estoy seguro que lo matarán aquí —dije sin apartar la vista del recién llegado, mis ojos fueron a el hombre que me acababa de hablar —, es un maldito monstruo sin sentimientos.

—Todos somos monstruos en algún momento de nuestras vidas, pequeño.

Me encogí de hombros, tenía toda la razón. Todos éramos unos monstruos.

—Lo se, he cometido errores pero ese hombre ya deberá de estar muerto.

—No te preocupes, él morirá, todos los de esta habitación morirán. Es como el matadero, sus muertes, la mía y la tuya están aseguradas aquí —su mirada se entristeció. Ni el ni yo queríamos morir, ¿pero que suceda cuando lo qué haces no está bien? Tienes que pagar por lo que hiciste, ¡y vaya que lo estoy haciendo!

Escuchar eso y pensar en la muerte me trae malos recuerdos, todos los que vienen a mi vida mueren, siempre lo hacen. Todos me abandonan, quería estar en paz después de la muerte de mi madre y hermana. Ella murió junto a mi madre en un tiroteo en nuestro departamento, era un lugar de mala muerte. Tyron trabajaba para que estuviéramos seguros y sin necesidad de salir a las calles, aveces yo salía en las noches para meterme en carreras clandestinas y ganar mucho dinero fácil, pero fue una mala idea; un chico que perdió contra nosotros encontró el lugar donde vivíamos y sin importar que estuviéramos o no, comenzó a disparar en todas direcciones hasta matar a mi madre y hermana.

Nosotros no estábamos y no pudimos salvarlas, el lugar no era el más seguro y si en algún momento alguien escuchó lo que pasaba nunca podían pedir ayuda y mucho menos ver si alguien estaba bien, si tenías suerte saldrías ileso, es por eso que es mejor callar y hacer como si nada ocurriera. Te provoca impotencia mirarlo de esa forma, pero es la única forma de verlo por que eso es lo que realmente ocurre en mi país.

—¿Que te hizo el? —volvió a preguntarme.

—Mato a las dos mujeres de mi vida —apreté mi mandíbula y hice puños mis manos. Volvía a enojarme, el odio me consumía cada vez que hablaba de él.

Secretos no tan secretos © [𝐄𝐍 𝐄𝐃𝐈𝐂𝐈𝐎𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora