XXIX: -Todo un baile-

29 7 36
                                    

En algún capítulo anterior -ignoro cual- hice mención de la danza como uno de mis intentos fallidos en mi incursión por el bello y apasionante mundo del arte.

Pues bien, hoy les comparto una anécdota de cuando, a mis escasos dieciocho años de edad, fungía como coreógrafo en una reconocida universidad autónoma de mi entidad.

Un evento que estuvo a nada de culminar en catástrofe, ¿quieren saber cómo me fue?

¡Hola qué tal! Soy Cathal, y el relato de este día ha sido bautizado como:

-Todo un baile-

Finales de mayo del ya extinto 2003...

Todo se encontraba dispuesto para celebrar la ya tradicional Quema de batas. Ceremonia que simboliza el fin de un ciclo, la culminación académica de aquellos egresados de Ingeniería Química, Q.F.B. (Químico-Farmaceutico-Biólogo, por sus siglas en Español), Químico Industrial, entre otras carreras del ramo.

Yo, y aunque no me lo crean, era alumno de Ingeniería Química -no muy bueno que dígamos- y tenía una beca por ser el coordinador del área de danza de dicha institución.

Cómo toda ceremonia protocolaria del plantel, contaba con además de la ya conocida entrega de papeles, con discursos de despedida, palabras del padrino de generación y números de baile para amenizar la misma.

Pues bien, esa noche se presentaría un par de danzas de jazz contemporáneo que había preparado con antelación. Esa noche presentaríamos -sí, porque yo bailé también- una coreografía de un par de canciones del Cirque Du Soleil, específicamente de su espectáculo Alegría.

Pero había un problema, bueno, más bien varios a decir verdad.

El vestuario no me lo habían entregado por completo. Nos faltaba el maquillaje también, ya que no lo había conseguido la persona a la que se lo pedí.

Eran las diez de la mañana y tenía esos problemas, el evento sería a las siete de la tarde:

-¿Qué hago? ¿Cancelo la presentación? -eran algunos de los pensamientos que asaltaban mi mente.

A cómo pude, fuí a donde la costurera, que era buena amiga mía, a revisar el estatus del vestuario.

-Faltan detalles en dos vestuarios y arreglar unos detalles del largo de otro más. -declaró ella.

Los nervios me devoraban, pero me contuve y me atreví a preguntar:

-¿A qué hora los tendrás?

-Con seguridad... Mañana. -mencionó sin apuro alguno.

-¿¿Qué?? -pregunté exaltado.

Mencioné que los necesitaba para esa tarde, "imposible" dijo ella, "no sin ayuda", añadió.

Acto seguido, y un par de llamadas más tarde, conseguí la ayuda necesaria en una amiga que me debía un favor o dos.

Fui por ella y la lleve a donde la costurera y las dejé trabajando.

-¡Son casi las doce! -exclamé inquieto al mirar mi reloj.

OníricoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora