𝖌𝖔𝖉 𝖇𝖑𝖊𝖘𝖘 🍒 [ 𝒏𝒄𝒕 ; 𝒋𝒂𝒆𝒋𝒖𝒏 ]

𝔰𝔢𝔦𝔰

♡ Escuchar con la canción 𝒪𝒻 𝓉𝒽ℯℯ ℐ 𝓈𝒾𝓃ℊ, 𝒹ℯ 𝒜𝓇𝒹ℯ𝓃 & 𝒪𝒽𝓂𝒶𝓃 (𝓎 ℱ𝓇𝒶𝓃𝓀 ℒ𝓊𝓉𝒽ℯ𝓇 𝒸ℴ𝓂ℴ 𝓋ℴ𝒸𝒶𝓁), cuya melodía ilustra completamente el ambiente de la muerte a la que uno no puede escapar en la primera parte del capítulo. Soy una dramática, perdón.

Nos arrancas la vida de las entrañas, ¿con algún propósito divino? serviremos a tu causa con esperanzas, con carne y vino, con palomas y cuervos, con inocentes y culpables.

DongHyuck podría arrancar todos los pelos del cuerpo de una persona y, aún así, mantenerla viva. Podría abrirla y sacar todos sus órganos y, aún así, conseguir que siguiera respirando. Esa es su parte favorita del juego: cuando dejan de gritar para que los deje y empiezan a gritar para que los mate.

Está apoyado en la puerta del sótano que han conseguido, mirando fijamente la silueta del hombre encadenado en la silla, inconsciente. Oh, si le hubiese podido ver, habría estado gritando. 

HaeChan había comenzado a usar una máscara como su hermano cuando comenzaron a esparcirse rumores sobre su identidad; eran rumores falsos, sí, pero eso no significaba que estuviera fuera de peligro. A él le gustaba preservar su privacidad. Todavía le gusta. La máscara en sí es blanca y redonda, con una gran sonrisa siniestra, una nariz grande y alargada y unos ojos grandes, abiertos. Él piensa que tiene un toque macabro, por eso le agrada usarla. 

Pero las penumbras del sótano bajo la blanca y tenue luz de una bombilla lo atormentan, se aburre, e impacienta. ¿Dónde diablos está RenJun? dijo que no tardaría, pero se marchó hace diez minutos y todavía no ha vuelto. Si no fuera porque sabe que su hermano es incluso más capaz que él de deshacerse de cualquiera, ya habría salido a buscarlo. 

Las respiraciones del hombre se hacen más rápidas y ausentes, hasta que finalmente lo puede ver abriendo los ojos de par en par, inyectados en sangre, sin parar de moverse por toda la estancia. Las marcas de las cadenas rasgan la piel de sus brazos y hacen rozaduras, incluso queman. Se está quemando vivo allí sentado. 

—¿Qué crees que haces, demonio? —pregunta, escupiendo cada palabra con asco —, suéltame. 

Pero DongHyuck no escucha las exigencias cada vez más nerviosas del hombre. Puede notarlo en la vibración del aire, en la pesadez, en la lobreguez que es capaz de respirar. Algo se acerca. 

—No puedo soltarte —responde, sonriendo bajo la máscara —, pero tampoco puedo hacerte daño hasta que llegue mi hermano. ¿No querrás que se decepcione conmigo? yo no. 

Los sonidos se materializan, todo va tan lento y a la vez tan rápido, las sombras los envuelven y se llevan cualquier grito que hubiese podido salir de sus gargantas, no hay vida más que la que está por desaparecer. Esa es la realidad.

—Tú y tu hermano sois abominaciones. Deberíais estar ardiendo en el infierno, los dos —y en vez de suplicar por su vida, el encadenado solo gasta su tiempo maldiciendo.