Devilish Grin. (Harry Styles)

37

Unos minutos después todos abandonaron la habitación, a excepción del castaño. Se sentó frente a ella con la pistola en la mano y la miro de arriba abajo como si fuera un trozo de carne. Alex, disgustada, comenzó a notar los efectos de las pastillas de una forma muy diferente a la que solía.

Empezó a sudar y su respiración se aceleraba por segundo, sentía su corazón palpitar en su garganta y sus manos empezaron a temblar. Comenzó a sentir odio hacia todos: hacia los chicos de la Logia, hacia Harry, hacia Jack, hacia Louis, hacia Stella y Madison; incluso comenzó a odiarse a si misma. Fue entonces cuando recordó la navaja de Harry, se imagino cientos de atrocidades que podría hacer con ella, cegada por el odio.

El castaño se levanto dejando la pistola donde se encontraba sentado. Agarro a la rubia por el cuello y se acuclillo frente a ella.

-Nadie se va a enterar si jugamos un poco.- Coloco su mano en el muslo descubierto de Alex sin obtener reacción por parte de la rubia, quien apenas podía sentir nada.

-No me toques.- Con la mirada perdida en alguna parte de la habitación tras el chico su mano viajo a escondidas al interior de su bota.

-Venga, prometo que te gustará.-Susurro frente a su cara, tan cerca que si Alex estuviera en su estado normal habría preferido vomitar a aguantar su cercanía.

Alex agarro la navaja con firmeza bajo su bota. El castaño se inclino para besarle el cuello cuando la rubia saco el filo y se lo clavo en la yugular. Saco el cuchillo  y volvió a clavárselo un par de dedos por debajo. La sangre salia de su cuello a borbotones y el chico se ahogo en su propia sangre al intentar respirar. Cuando el castaño callo al suelo, Alex se abalanzo sobre el y clavo la navaja repetidas veces sobre su pecho, llenando sus manos de sangre, al igual que su cara, su camiseta y las puntas de su cabello rubio. Al ver el charco de sangre bajo el cuerpo del chico apoyo la mano que tenia libre y toco la sangre antes de echarse el pelo hacia atrás y manchandolo con el liquido rojo.  Su respiración se acelero aun mas por el movimiento y la adrenalina que le provoco aquel momento. Acababa de matar a una persona y no podía sentir nada negativo, la culpa no la torturaba, de hecho el único sentimiento que sentía era alivio. 

Se levanto con las manos temblorosas aferrando la navaja en su puño. Agarro la pistola del castaño y se acerco a la puerta de la habitación por la que habían salido los demás hombres, se apoyo junto a esta y espero a que se abriera.

Jadeando por el efecto de las drogas, espero durante veinte minutos a que la puerta se abriera. En cuanto la primera persona entro en la habitación Alex estiro el brazo y clavo la navaja en la mejilla del chico para después clavarla en el ojo y dejar que este cayera al suelo gritando. Levanto la pistola y le disparo en la cabeza antes de apuntar a la puerta y matar a los otros dos chicos, con repetidos disparos en el pecho de cada uno. Quedaban dos. El moreno que le había tocado apareció por el pasillo apuntándola con la pistola, ambos dispararon repetidas veces y el moreno callo al suelo. El efecto de las drogas llegaba a un nivel tan superior que ni siquiera pudo sentir el disparo en el brazo que sostenía la navaja, aunque, por inercia, esta callo al suelo en cuanto la bala penetro el antebrazo, obligandola a abrir la mano inconscientemente. El ultimo fue el rubio de ojos negros. Alex no le dio tiempo a alzar la pistola, disparo y para cuando el rubio quiso darse cuenta ya tenia una bala clavada en el pecho y la otra en el estomago. La rubia agarro la navaja de Harry y se acerco al chico que agonizaba en el suelo. Se sentó sobre el agujero de su estomago y clavo el cuchillo en la mejilla del chico provocando un grito de dolor que sonó como el tintineo de unos vasos de champagne para Alex. Dibujo una cruz en su cuello y lo vio ahogarse unos segundos antes de morir bajo su cuerpo.

Alex volvió a sentarse en el suelo donde la habían dejado con la pistola y la navaja aun en cada mano, sobre el lago de sangre del castaño. Con la mirada perdida, tarareo la canción que Harry toco para ella en el piano la noche anterior, meneando la cabeza de un lado a otro, con la expresión blanca.