Capítulo 3.3: Las intrigas - Corridas

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La mujer arrastró chirriando su palma resbalosa por la pintura del auto.

Fabrizio y Tina se quedaron inmóviles. El auto podía enviar una descarga eléctrica antitumultos. Pero no reaccionaban. De haberlo pensado tampoco lo habrían accionado.

—Ustedes dos... —dijo la mujer con vos misteriosa—. No lo van a conseguir. Pero cuando llegue el momento... No hablen. Como si no existieran.

La mujer saltó hacia un lado de la autopista y huyó corriendo.

Los muchachos se quedaron petrificados. Aquella mujer en el laboratorio les había dicho que no revelaran el resultado.

¿Qué significaba todo? ¿Tendría alguna importancia? ¿Deberían hacerles caso o eran delirios de unas lunáticas aisladas?

—¡Dios mío! Se me puso la piel de gallina. ¿Viste esos ojos? La intensidad con que nos miraba.

—Parecía que nos estaba leyendo.

—Quiero que me invites a pasar a tu casa. Tengo los nervios de punta.

—Y yo también.

Necesitaban relajarse para no asustarse más de lo que estaba.

Las noticias de los extremistas era que si los mutantes estuvieran controlado, nada de esto pasaría. Y aún peor ocurría porque la familia, que es la base de la sociedad, estaba corrompida sin un referente fuerte a cargo. Se desmembraban y causaban el caos educacional.

Al llegar a destino, Tina invitó a pasar a Fabrizio a su casa. Se dieron un largo abrazo para quitarse la sensación de malestar del cuerpo y el estrés emocional. Era interminable.

Hacía varios días que no se acordaba de Mauro siquiera. Y cuando se acordaba, como en ese momento, era para decir que Mauro tampoco hacía eso.

Cómo se lo temía, la cena dio paso al café, el café a más arrumacos. Los arrumacos se acompañaron con música melódica y hologramas de luces danzantes en la habitación y luego en el dormitorio.

Hicieron el amor por primera vez. El vínculo emocional se fortaleció. Por fin Fabrizio lo había conseguido. Llevaba mucho tiempo de abstinencia y tenerla a su lado cada día le estaba costando su cordura.

Siempre comenzaba con algún gesto que le daba ternura. Le generaba esas ansias de besarla. Pero besarla representaba arder al fuego reprimiendo el impulso de acariciarla por donde él realmente deseaba. Y luego cuando se permitía llegar hasta sus glúteos o sus pechos, lo siguiente era el roce con su entrepierna y la escalada cada día era más intensa.

 Y luego cuando se permitía llegar hasta sus glúteos o sus pechos, lo siguiente era el roce con su entrepierna y la escalada cada día era más intensa

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