Capítulo 2.3: Distracciones- Atrapados

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Fabrizio subió las manos por los brazos de la muchacha y los llevó a su espalda para apretujarla contra sí. Tenía una camisa fina sin mangas y podía sentir el corpiño a través de la delicada tela. Él hubiera querido desabrochárselo, pero después le sería difícil acomodarse.

Tina se sintió gratamente avasallada. Hacía años que no besaba a alguien fuera de Mauro, su ex prometido. La relación se había vuelto tan monótona que ya habían perdido la pasión. Se sentía como un hermano. Él decía que los besos eran para llevarla a la cama solamente. Así que jamás tenía el impulso de besarla fuera de su departamento. Jamás tenía un impulso. Estaba todo perfectamente planificado. Ya hasta se peleaban sobre a quién le tocaba empezar. Ella lo había justificado mucho tiempo debido a la gran experiencia que él había tenido antes de ella. Después de todo le llevaba diez años y no era su culpa que ella no hubiera tenido muchas relaciones amorosas antes de conocerlo a él, a los diecinueve años.

Estaba impactada de la pasión con la que apretaba su torso contra ella, sin duda para sentir la inflamación de sus pechos contra sus pectorales. Por cierto: ¡Bien ahí! Firmes. Fabrizio hacía muchos ejercicios y parecía que rendía sus frutos. Hasta ahora sólo había tocado sus brazos al saludarlo. Por lo visto el resto del cuerpo acompañaban esos bíceps siempre tensos.

No daba crédito a la suave esponjocidad de sus labios. A la frescura de su lengua. ¿Eso era Doctor Lemon? Muy fresco y dulce. ¿Cuándo había tomado Doctor Lemon? ¡Oh! Su mano descendió a la espalda baja y ahora no sólo sentía sus pectorales. Algo abultado rozaba su ingle y él ejercía más presión. Deseó acomodarse elevando sus pies para calzar...

—Fabrizio —interrumpió el beso agitada.

—Perdón Tini. Hace mucho que deseaba saborearte.

"Saborearte" había dicho. Ni "besarte", ni "hacer eso"... aunque ella habría pensado que "devorarte" habría estado mejor aplicado.

Enrojeció a iridiscente de golpe. Casi fluorescente.

—¿En serio?

Era tan sencilla que jamás se había percatado de la intensidad con que la miraba. Siempre tan formal frente a todos y tan divertido a solas. Le generaba cierto respeto en público, que es donde se encontraban en ese momento.

Miró a su alrededor y para su sorpresa, del otro lado del andén, esperando el subte hacia el lado opuesto, Mauro. Con los brazos caídos y la boca abierta.

 Con los brazos caídos y la boca abierta

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Mutuantes [#Mención especial]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora