Capítulo 3.1: Las intrigas -Restaurante

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Esa mañana se retiraron los candidatos a senadores mundiales junto a Matilde para la hora del almuerzo.

Decidieron seguirlos. Disimuladamente prepararon sus cosas con la esperanza siempre puesta en que alguno olvidara un maletín. Habían intentado hacerse con uno de ellos o alguna tableta holográficas desde que arribaron al laboratorio. Pero no las dejaban ni a sol ni a sombra.

Vieron como reían abiertamente como si los problemas del mundo no fueran tan importantes. Bajaron todos juntos al estacionamiento, pero Matilde no los acompañó.

Fabrizio había logrado escuchar a dónde irían a almorzar. Se dispusieron a intervenir.

Bajaron por la Avenida San Juan hasta Huergo y de allí continuaron hasta Puerto Madero.

En el exclusivo restaurante donde fueron a almorzar, los valet parking estacionaban agilemente cualquier vehículo de los clientes que se disponían a almorzar. En realidad, no estacionaban porque ya no quedaban coches que no se condujeran solos, pero se encargaban de supervisar la operación y daban un servicio extra de limpieza.

Las personas importantes, conservaban choferes que aunque el automóvil se condujera con independencia, estaban encargados de supervisar todas las funciones y acciones que realizaban. De lo contrario debían realizarlo ellos mismos.

Tina tragó saliva cuando sospechó el importe de lo que costaría aquel almuerzo.

Se aseguraron de no ser vistos por ninguno de los políticos. Pero los candidatos no almorzaron en el salón principal. Había un reservado con vista al río en el primer piso. Rápidamente los recibieron en la puerta y le otorgaron una mesa.

Tina transpiraba frío. Se le acabarían todo su crédito. Tendría que recurrir a sus ahorros.

—¿Qué hacemos ahora Tina? —preguntó sin ideas Fabrizio, concentrado en su misión.

—¡Yo que sé! A vos se te ocurrió seguirlos. ¿Quién te pensás que soy? ¿Jessica Jones? —explotó acorralada.

Fabrizio la miró inmutable. Sus ojos destellaban con rápidos cálculos mentales tratando de encontrar una segunda vía para conseguir información.

—Vení —ordenó.

—¿A dónde? ¡Qué papelón! ¡Qué vergüenza! —se lamentaba Tina mientras Fabrizio la hacía abandonar la mesa y luego el restaurante ante la vista extrañada de los meseros y varios comensales.

—Vamos al estacionamiento. Tal vez...

Escabulléndose entre los encargados de estacionar los autos, encontraron a los choferes de la candidata a líder mundial y sus senadores. Fumaban en el exterior de la sala de espera.

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Mutuantes [#Mención especial]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora