5.1. Sesiones

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Se escucharon estruendos en las calles. La gente salía a festejar. Los automóviles pasaban tocando bocina. Bengalas de colores se elevaban al aire y se acercaban demasiado al balcón.

—¿Qué pasa Fabri? —preguntó Tina mientras se asomaba a la ventana para ver la manifestación—. ¿Había algún partido de fútbol?

—De fútbol no. Es el partido sí... el partido extremista.

—¡Hoy no eran las elecciones! —afirmó confundida.

—No, el próximo viernes. Pero están debatiendo la ley y hablaron los diputados que defendían la privacidad de todos por igual.

—¿Pero qué dijeron que están festejando?

—Tres de los cinco votos que se necesita para aprobar la ley, acaban de abogar en favor de esta.

—¡Pero eso no se sabía de antes? —cuestionó.

—Antes solamente se suponía. Pero acaban de defender el proyecto. Ahora hay certeza en el voto que emitirá. Salvo que volviera a cambiar de opinión.

Se miraron. ¿Qué podría hacer cambiar de opinión a aquellos orgullosos políticos?

Escucharon un silbido rasante que se acercaba, una explosión muy cercana, un chisporroteo y un golpe seco. Tina gritó y corrió a un lado del laboratorio.

Una bengala entró por el balcón aún echando chispas y se apagó cerca de Compadre, a los pies de Fabrizio, que abría los ojos azorado.

Tina tomó la bengala como si de una hoja se tratase y la arrojó a la basura.

—¿Quiénes son los que cambiaron su posición? —consultó tajante.

—El primero fue Lorenzo, que dijo que el giro de los acontecimientos lo habían hecho reflexionar sobre una mayor injerencia en la seguridad del pueblo.

—Típica demagogia. Siempre, todo se hace por el pueblo. Pero siempre hay otros intereses por detrás.

—Después salió Ricchetti a decir que habían tenido un debate concienzudo con el partido, llegando a la conclusión de que era lo mejor.

—Corruptos, delincuentes. ¿Ese no es el que mencionaron los choferes?

—Sí, ambos. Tenemos que relacionar todo en nuestro manual de procedimientos —instó y le guiñó un ojo.

—Por supuesto.

Tina buscó el manual y comenzó a tomar nota. Vítores en la calle y sonidos de festejo se escuchaban a pesar de la altura.

—¡Están haciendo un escándalo! Porque para que se escuche hasta acá.

—Tienen alto parlantes encendidos.

—¡Ah! —Tina se sintió una tonta.

—Igual están haciendo mucho ruido porque ¿a que no sabés quien acaba de cambiar su postura? —preguntó resaltando la ironía que estaba a punto de revelar.

—¿Quien? Algún otro corrupto seguramente —se indignó.

—En éste caso te equivocás.

—¿Quién se vendió? —preguntó con preocupación.

—La senadora Mena.

—¡No! —exclamó negando lo imposible.

—¡Sí! —rebatió.

Tina se acercó azorada a oír el debate. La senadora decía que la masacre ocurrida el día anterior le había hecho tomar una perspectiva distinta de las cosas. Sus ojos delataban dolor. Expresaba que siempre había procurado la protección de los más débiles, y en vista de lo que había ocurrido en aquella masacre, los seres humanos no evolucionados o recesivos, estaban indefensos. Eran los más débiles. La senadora se incluía en el grupo a cada frase. Sus compañeros la aplaudían como si hubiera hecho algo valorable. Con cada muestra de apoyo de sus pares, se la veía más abatida.

Mutuantes [#Mención especial]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora